Por Darío Fritz
Una historia es falsa al comienzo. Así le advierte John le Carré a sus lectores, qué deben saber sobre sus personajes. Lo escribió en la autobiografía Volar en círculo. Cuando el cineasta Errol Morris le pidió ampliar sobre esto -una historia es falsa al comienzo-, en el documental que acaba de subir Apple TV a su plataforma de streaming, concluye que “la verdad es subjetiva”. Y pasa a explicarlo en off con una escena de fondo de la película “El espejo de los espías” que es un calco de lo que el escritor británico dice: “Si tú y yo hubiéramos presenciado el mismo choque, cada uno tendría una visión del hecho, entonces ¿qué es la verdad?”, se pregunta Le Carré. “La verdad objetiva es algo percibido por un tercero ausente. De todos modos la verdad es subjetiva”, se explica. Morris quiere más. “Ese tercero ausente… ¿es Dios?”. Le Carré con mirada pícara define: “Hay expedientes (en espionaje) a los que nunca tendremos acceso”.
Nunca nos ponemos de acuerdo con la verdad de las cosas, porque no llegamos al mismo punto, de ahí que cueste aceptarla cuando se trata de nosotros mismos. Preferimos que llegue dosificada y si es posible en porciones incompletas, especialmente cuando sabemos que no habla bien de nosotros, de lo que queremos o de lo que pensamos. Podemos tener los errores a la vista, pero queremos creer que no es así. Cuando de establecer verdad se trata, el oído fino resiste. Aunque claro, al observar la verdad en los otros somos los más transparente sobre la faz de la tierra -también los más depredadores-, ni el deshielo de una gota tiene tanta nitidez. Alguien contó que para los chinos la verdad es como un vidrio hecho añicos, que muy difícilmente podremos reconstruirlo. En todo caso se reconstruye una parte, pero el todo estará incompleto. Aristóteles decía que somos un animal mimético. Sólo nuestro cuerpo dice la verdad, por eso los animales saben leernos con tanta facilidad. Al abrir la boca mucho se modifica. Tonos, modos, gestos, llaman a confundir.
Mientes, incluso cuando dices la verdad, distingue Le Carré en El espía perfecto. Pasa en las tragedias naturales, nos concentramos en la destrucción de lo que admirábamos o disfrutábamos en ciertos momentos, pero el ojo no se posa en la periferia que padece continuamente de otras tragedias y ahora le suma la devastación de propiedades y pérdidas familiares. Pasa en los conflictos armados y sus víctimas civiles, cae el capo de la mafia y se lleva los reflectores pero el lastre de jóvenes sin perspectivas laborales y el incremento de las adicciones se invisibiliza. Una potencia militar arrasa viviendas, albergues y hospitales para acabar con su enemigo aunque se lleva la vida de miles de inocentes, y es aceptado y naturalizado. Pasa con la propaganda del gobernante.
Hacer fábulas creíbles del mundo que visitó o lo visitaron -el espionaje-, fue la vida de David John Moore Cornwell, nombre verdadero de Le Carré. Supo de traiciones y engaños -su padre fue un estafador y su madre lo abandonó de niño-, supo de mentiras y verdades -por un corto tiempo trabajó como espía en la Alemania de la guerra fría- y se valió de ellas para contarnos historias que “Volar en círculo” exhibe desde su relato personal con exquisitez. Un gato sentado en una alfombra no es historia para contar, escribió. Pero sí puede serlo, el gato sentado en la alfombra del perro. Y mucho más si el gato traicionó al perro. En ese caso, cierra extraordinario Le Carré, el gato es un agente doble. Ni nosotros mismos sabemos para quién trabajamos.
@DaríoFritz