Por Carlos Tercero
Transitar por Veracruz, Puebla, Morelos y la Ciudad de México (aunque seguro sucede lo mismo en Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Tabasco y Yucatán) hace evidente que el INE y los organismos públicos locales electorales se tomaron muy en serio el rumor de que iban a desaparecer, al grado de actuar como si hubiera sucedido, su ausencia de facto e indolencia ante actos que muy posiblemente trasgreden la ley electoral, el abuso en la promoción personal, incluso de servidores públicos, aspirantes a las candidaturas para la elección 2024, con un dispendio de cientos de millones de pesos que de manera inexplicable y sin que la autoridad electoral investigue ni pida explicación alguna, satura, altera negativamente, la imagen urbana con espectaculares, lonas, carteles, bardas, pósters, etc., promoviendo personajes, que ahora son la portada de revistas especializadas en diversos temas que “decidieron” utilizar su imagen para promover su edición, asimismo, ahora son conductores y analistas en radio y televisión que elevan tanto el rating de dichos medios que hasta deciden promoverlos en innumerables espectaculares y promocionales; se dispone igual del mobiliario e infraestructura pública como puentes, postes, edificios, que espacios que aunque aparentemente desatendidos son propiedad privada y como tal, deberían respetar o en su caso solicitar el permiso correspondiente. Los más cínicos, instruyen campañas de brigadeo con empleados gubernamentales para que “voluntariamente” entreguen periódicos, volantes, revistas, calcomanías y demás promocionales que resalten las virtudes de la o el aspirante que se les indique.
Es un exceso, una simulación tolerada y desvirtuada del juego electoral que nada aporta al avance democrático. Hoy tenemos aspirantes que no redactan ni un mensaje de Whatsapp, porque hasta eso delegan a sus asistentes y ¿resulta que se dieron el tiempo de escribir y promover libros?, que todos son íntimos y amiguísimos del liderazgo máximo del movimiento o partido del que pretenden la candidatura, a veces cayendo en el absurdo de promoverse con la imagen casual o peor aún, editada digitalmente del Presidente, intentando vender que son las o los elegidos, cuando el propio Titular del Ejecutivo Federal, reiteró contundentemente desde la mañanera hace unos días su desaprobación a estas prácticas, con sentencias como: “Es ilegal y es contraproducente toda esa publicidad, no le gusta a la gente, no se obtienen así simpatías…” o “Es como querer meter al mercado un producto chatarra y engañar, ya no funciona eso…”
Aún no estamos ni en etapa formal de precampañas y ya se hace urgente apelar a la conciencia de todos estos contendientes para que, independientemente de cuál sea la suerte que les depare su futuro político, todos, sin distinción alguna, asuman el compromiso de demostrar su utilidad social, al remover todos y cada uno de sus promocionales al término de sus respectivos procesos y no dejar esa carga a las autoridades ni a la ciudadanía, mucho menos, permitir que su propaganda se conviertan en basura y deterioro de la imagen urbana y paisaje cotidiano.
Un senador no hace Senado
Si hay un sector, un gremio que merece reconocimiento y respeto por la dedicación y esfuerzo que implica su vocación, es el de las y los periodistas; pero en ello, el mismo gremio descalifica cuando el reconocimiento pretende halagar a alguien más, con pretexto o por encima del homenajeado, y peor aún, cuando se hace a nombre del Senado de la República, en cuyo caso la firma al calce corresponde a un acto formal de la Presidencia de la Mesa Directiva y no a un senador que se extralimita. Por supuesto que cada esfuerzo importa y tiene un valor, pero con la escuela, la tradición periodística con la que contamos en México, sin ofender a nadie, se puede afirmar que hay casos mucho más notables que tendrían derecho de prelación al momento de otorgar imparcial y objetivamente una distinción al considerarse que se está “aportando los criterios para la formación de la opinión pública y la construcción de una sociedad equitativa, justa y democrática”, como expresó el senador Armenta, de quien extraña su dislate, que poco coincide con su usual utilidad social a favor de Puebla.
Los profesionales del periodismo, viven con gran orgullo su actividad, la asumen como el más noble oficio, tan solo basta con recordar el nombre que Raúl Sánchez Carrillo dio desde hace décadas a su columna: De oficio reportero.
3ro.interesado@gmail.com