Por Ruby Soriano
El rictus de cualquier camino hacia el final siempre es duro, cruel y muy notorio.
En lo que fue su penúltimo grito para celebrar el aniversario 231 de la independencia de México, el presidente Andrés Manuel López Obrador reflejó la máxima de la política: “El poder desgasta”.
Recién desempacado de su gira por Sudamérica, el mandatario este año dio espacio en sus arengas, a los migrantes, a los indígenas y al amor.
Gritó muerte a la corrupción, a la avaricia y al racismo.
Palabrerías presidenciales que contrastan con la realidad del México de hoy donde hay más de 100 mil personas desaparecidas.
La polarización en México es alentada principalmente por el jefe máximo del gobierno en funciones, quien ataca, persigue, señala como opositores a quienes no se alinean a esa voluntad transformadora que dista mucho de ser amorosa.
AMLO arengó la muerte a la corrupción, pero resulta que siguen sin tocarse todos los expedientes que involucran a sus hijos, hermano, prima, sobrina y recientemente al que fuera su chofer, quienes gozan de cabal impunidad frente a actos documentados de presunta corrupción.
El mandatario nacional inicia el camino de un final de mandato que aspira no sea tal con la continuidad que pretende consumar en su discípula Claudia Sheinbaum.
La imagen del Presidente en su recorrido hacia el balcón de Palacio Nacional lució cansancio, hartazgo, fue como mirar una pesada loza sostenida en sus hombros.
La imagen rígida de su esposa Beatriz Gutiérrez acompañándolo no alivianó el momento donde la estampa fue de una dupla fría, distante y sobre todo cansada.
El mes patrio tiene esta alta carga de fervor independentista donde los mexicanos tenemos que reflexionar por las libertades que realmente tenemos.
Mientras el presidente rindió un sentido tributo a todos los caídos en el golpe de estado de Chile en 1973, en México ni por equivocación vemos a un Andrés Manuel López Obrador enviando un mensaje solidario a las familias de desaparecidos.
Menciona a las migrantes reiteradas veces, pero se olvida de reconocer la constante violación a los derechos humanos de todos aquellos que provenientes de Centroamérica atraviesan el país y son constantemente violentados.
También en sus arengas discursivas suele citar una y otra vez a los indígenas sin profundizar en la realidad de cientos de comunidades desplazadas, donde muchos de sus habitantes, han tenido que huir por el temor al crimen organizado.
El penúltimo grito de independencia de AMLO fue gris, tenue, desteñido, propio de lo que viene para todo gobernante que se engolosina con el poder: El principio del fin.
@rubysoriano @alquimiapoder