El caudillo irreductible 

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parabolica.mx

El caudillo irreductible

Fernando Maldonado

No existe en el horizonte del Movimiento de Regeneración Nacional otro panorama que el de la divisón, la fractura y el desencuentro, previo a ser conocido el resultado de las encuestas que fueron levantadas para conocer el nombre de quien asuma esa figura llamada Coordinación Nacional de Defensa de la 4T.

No deja de sorprender ver al dirigente nacional de ese partido político explicar con detalle la cadena de custodia para dar certidumbre a ese inédito proceso de las competencias internas de los partidos políticos en la historia de las sucesiones en México.

En 2018 un ejercicio similar en Puebla produjo la mayor polarización en una competencia electoral constitucional, principalmente entre dos fuerzas políticas antagónicas e irreconciliables: la que lideró Rafael Moreno Valle y Luis Miguel Barbosa, ambos ex gobernadores fallecidos en circunstancias diferentes.

La falta de rigor en el Instituto Electoral el Estado para transportar, resguardar y luego contabilizar las boletas sobre las que cayó un escrutinio histórico llevó al traslado de las papeletas utilizadas a un local en la Ciudad de México para que el Instituto Nacional Electoral asumiera el conteo de los sufragios.

La historia es harto conocida: la elección constitucional de 2018 fue validada y sólo luego de la trágica muerte de Martha Erika Alonso hubo que organizar unos comicios extraordinarios. Morena conoce bien de los saldos costosos de las irregularidades en procesos electorales, de los que debió aprender.

En 2006 Felipe Calderón obtuvo la Presidencia de México en la mesa del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, pero no por el voto ciudadano. El autor de la columna tuvo en esos años un conjunto de sábanas del conteo de los votos cuyos resultados eran todos irregulares, amañados y el costo fue la pérdida de la batalla electoral.

Calderón Hinojosa cargó con el estigma de una presidencia ilegítima y Andrés Manuel López Obrador con un rencor que se extendió por años. Ambos personajes, centrales en la historia reciente, pagaron lecciones duras y la sociedad una factura que aún no es solventada: la polarización.

Ya con cinco años en el poder presidencial y la mayoría de los gobiernos de los estados bajo las siglas del partido guinda, Mario Delgado abrió las puertas del World Trade Center de Insurgentes Sur en la Ciudad de México en un esfuerzo por transparentar el proceso interno.

Se trata de un trabajo de contención que acaso cierre la brecha de desconfianza que existen principalmente entre dos competidores de los seis que han buscado el cargo en disputa desde el pasado 19 de junio, Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México y el ex secretario de Relaciones Exteriores.

El intento por evitar una fractura entre la clase dirigente en el partido en el poder habrá que reconocérsele no sin antes plantear una duda pertinente: ¿cuánto pesará la ponderación que se haga del resultados de esas encuestas en Palacio Nacional?

Si el presidente Andrés Manuel López Obrador, líder indiscutido del movimiento de mayor crecimiento en la historia política del país, se abstiene y deja correr el proceso pasará a la historia como el primer presidente en ajeno a toda influencia en su propia sucesión y, al mismo tiempo, dejar pasar al mejor perfil competitivo, con lo que podría asegurar la consolidación de su proyecto alternativo de nación.

De no ser así, fortalecerá la opinión que existe en el imaginario sobre que López Obrador es un caudillo irreductible que le cerrará las puertas a la historia digna.