Por Ruby Soriano
México se prepara para un 2024 donde previsiblemente será una mujer por vez primera quien gane la elección presidencial.
Si bien nada está escrito, la contienda electoral del próximo año se librará entre dos mujeres. Una representa la continuidad del poder en turno (Claudia Sheinbaum) y la otra (Xóchitl Gálvez), la oposición agrupada en el Frente Amplio por México.
En un país con una gravísima polarización política y social, estas mujeres no sólo librarán una contienda política; también estarán a prueba frente a los poderes patriarcales que subsisten, resisten y que están dejando una profunda huella en su elección como candidatas.
Es verdad que Xóchitl Gálvez fue arrasando con sus competidores en la oposición, sin embargo, el final fue lamentable.
El trato indigno que se dio a su contrincante Beatriz Paredes de parte del poder cupular centrado en las dirigencias partidistas (Alejandro Moreno, Marko Cortés, Jesús Zambrano) exhibieron las viejas prácticas que ejercieron tres personajes quienes decidieron hacer a un lado una votación que le hubiera dado un carácter democrático a la unción de Xóchitl.
Entre trastabilleos detrás del escenario, se logró la foto de Xóchitl y Beatriz juntas; pero sólo fue eso, una foto que no fue suficiente para desvanecer la realidad que aqueja a las democracias partidistas, plagadas del cacicazgo machista que quita, pone y mueve de acuerdo le convenga el acomodo de fichas.
Del otro lado está una Claudia sosteniendo la etiqueta de “candidata del sistema” cuyo slogan es desde ahora “el dedazo”.
La candidata del Presidente Andrés Manuel López Obrador hasta ahora, ha replicado los viejos vicios del sistema priista que se ha volcado a enlistarse en las filas morenistas. Sheinbaum ha sido la aspirante a una candidatura con un derroche monumental en recursos públicos y exorbitantes acarreos.
A la morenista también le queda como gran reto una vez que sea ungida, poder tomar decisiones al margen de la figura presidencial.
Xóchitl y Claudia seguramente emprenderán campañas que irán sumando más cargadas de simpatizantes. Sería por demás novedoso ver en la capitanía de ambas campañas presidenciales a otras dos mujeres que hicieran la dupla con las candidatas en cuestión.
Sin embargo, ese panorama aún se ve lejano, pues en la oposición los partidos cupulares siguen montados en la palabra ciudadanización para imponer a viejos y desgastados cuadros como el de Santiago Creel con Xóchitl Gálvez.
Y en el caso de Sheinbaum seguramente será el de algún capitán palomeado por Palacio Nacional para asegurar que todo se haga conforme a la voluntad presidencial.
México vive un tiempo de mujeres es verdad, sólo que en este país los viejos esquemas de la política patriarcal se niegan a soltar los hilos del poder. Hoy simulan y lo deseable es que estas mujeres, cualquiera que sea la que llegue a gobernar este país, lo haga con autonomía y no como emisaria de las cúpulas gubernamentales o de oposición, atestadas del viejo y rancio poder machista que se resiste a desaparecer.
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