Son los jueces de ellos mismos
Por Javier Solórzano Zinser
Las manifiestas irregularidades en que el partido mayoritario y la oposición están cayendo, desarrollando precampañas que aseguran que no lo son, quizás por ahora entren en el terreno del anecdotario, pero es cuestión de tiempo para que trasciendan y traigan inevitables consecuencias.
Se va gestando una especie de complicidad colectiva en la que por ahora les conviene lo que están haciendo, pero van perdiendo de vista, en medio de la engolosinada que se andan dando, que nos van a llevar a escenarios en donde podríamos entrar a los peligrosos terrenos de la ley de la selva en medio de un proceso electoral particularmente complejo por la gran cantidad de cargos que están en juego y por lo que se vislumbra será la elección presidencial.
Es evidente que el proceso es para todos importante. Lo es de manera particular para el Presidente y más ahora en donde se ha abierto una rendija, por la cual se pueden colar sorpresas.
Uno de los aspectos más riesgosos de lo que está sucediendo es la forma en que López Obrador soslaya los aspectos legales bajo elementos ideológicos o de aspectos tales como la libertad de expresión. No repara, o no quiere reparar, que estamos ante un derecho relativo no absoluto, reglamentado y que además nos obligamos a seguir su fundamento: el respeto al Estado de derecho y la normatividad electoral.
Se ha insistido con razón que el marco legal que nos ha regido durante muchos años ya no responde a la realidad por la que estamos pasando con los desiguales procesos electorales. En función de escenarios similares hace algunos años se trató de subsanar todo aquello que en el fondo era una ventaja para el partido en el poder y el gobierno en turno; por más obvio que sea recordemos que la democracia es un proceso por principio inacabado.
Se llegó a consensos, lo cual fue clave para el proceso de cambio. La oposición de aquellos años fue un eje, porque además de que pasaba por un muy interesante proceso de crecimiento le cabía la razón y el derecho. Los cambios que ahora son los que nos rigen no se pueden entender sin la oposición, particularmente sin el PRD y después por Morena.
Lo que se puso en la mesa no es otra cosa que las bases de la democracia: certidumbre, equilibrios políticos, reglas claras y confianza.
Al paso del tiempo nos hemos dado cuenta que mucho de lo que en su momento tenía vigencia al paso de los años requiere de nuevas modificaciones. La realidad nos ha cambiado las bases que se pensó que eran el punto de partida de cualquier proceso electoral.
Hoy estamos bajo otros escenarios porque, entre otras cosas, no tiene sentido impedir la manifestación del Presidente y sus funcionarios en favor de su partido y de lo que hacen. Sin embargo, para llegar a este proceso tenemos que encontrar consensos y buscar en el siguiente proceso electoral nuevas herramientas junto con las que ya estamos viendo y viviendo.
Al Presidente no se le está coartando su libertad de expresión. Es una interpretación interesada que en el fondo no atiende las leyes y las normas que todavía nos rigen en los procesos electorales. Dejar que las cosas se muevan al antojo del Presidente, pero también de su partido y de la oposición misma, nos lleva a un escenario de confrontación con muy probables secuelas sociales.
El TEPJF, vía la magistrada Janine Otálora, está tratando de imponer el orden legal. “Hay que asumir que los partidos se adelantaron a los tiempos”. El problema es que los suspirantes aseguran que no están violando la ley que no están cometiendo “anomalía” alguna.
Andan en el yo no he hecho nada malo, ellos están siendo los jueces de ellos mismos.
RESQUICIOS.
Las encuestas están generando confusión y quizá hasta salidas en falso. A estas alturas y con la experiencia de una gran cantidad de procesos electorales, los actores políticos deberían ser más prudentes para interpretarlas y quienes las hacen, más serios y rigurosos.