Por Sandra Luz Tello Velázquez
Milan Kundera, el hombre de las dos nacionalidades, el maestro de la novela que expresó que la única palabra sagrada es “amistad”, el novelista que rompió las leyes de la narrativa hilando la nostalgia y el humor hasta convertirla en tesis. Escritor que a partir de la invasión rusa a Checoslovaquia no podía publicar libremente en su patria, pero que fue acogido por Francia y se volvió internacional.
Falleció Milan Kundera a los 94 años de edad, el escritor que trataba de vivir en dos mundos: el de la imaginación y el de la realidad. En su juventud le inquietaba la libertad comprometida en su país por un socialismo idealista, que fue aplastado por la invasión orquestada en la Unión Soviética, desde aquella reconocida Primavera de Praga y que lo llevó a salir de su país hasta lograr la ciudadanía francesa en 1987.
Kundera, planteaba paradojas acerca del tiempo y de la matemática de la nostalgia en “La Ignorancia”, novela que apela a la pobre memoria que solo es capaz de retener la brevedad de algunos instantes en la juventud, porque hay tan pocos recuerdos que se vuelven insignificantes. Mientras que al envejecer hay una acumulación que incitaría al pasado, sin embargo, al acercarse el final el ser humano ya no tiene tiempo para perderse en los recuerdos.
Murió el escritor que se unía al eterno retorno de Nietzsche y que planteaba en un relato que la casualidad puede cambiar la vida, que hay dos polaridades de las que es prácticamente imposible huir: el peso como carga negativa y la liviandad (o levedad) como positiva, pero ambas son indisolubles, por lo tanto, llevan a cuatro personajes centrales a vivir la libertad, la pasión, la infidelidad, el amor en medio de la invasión rusa y el exilio como si no pudieran escapar de esa realidad.
Kundera estudió composición musical, se dedicó un tiempo al cine, pero su pasión era la literatura, no concebía la lectura fuera de los libros y contagiaba su amor en las aulas, se retraía de la tecnología e incluía en sus contratos había una cláusula en la que estipulaba que sus libros sólo deberían leerse en papel.
La obra de Milan Kundera es invaluable, inmortal, desde “La Broma” hasta “La Fiesta de la Insignificancia” e innegablemente vital por “La insoportable levedad del ser” que se mantendrá en la mente de aquellos a quienes el escritor no conoció personalmente, pero que lo recordaremos por lo que creó.
Solo resta decir: ¡hasta siempre Milan Kundera!