Derrota en las redes

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Por Darío Fritz

El box tiene algunas décadas de perder glamour. Se lo recuerdan súbitamente por El Canelo Álvarez el sábado que sube al ring. Únicamente. Por eso Prizefighter: La vida de Jem Belcher, pasó en 2022 con pena y sin gloria. A pesar de los puñetazos de vejete que reparte Russell Crown. Y no creo que los batazos que se lanzan Elon Musk y Mark Zuckerberg puedan rescatarlo, aunque el llamado al combate en una jaula en Las Vegas suena más a pelea de chicos despechados de barrio que a boxeo y artes marciales. Tanta exhibición de testosterona potencia la incredulidad. ¿Habrá un par de impotente por allí? A nadie le importa, pero si les miramos los bolsillos, podremos encontrar algunas cosas.

A la par de la diatriba supimos que la fortuna de Musk creció en el primer semestre de 2023, en 96,600 millones de dólares -es el más rico del orbe. Y la de Zuckerberg 58,900 -en noveno lugar entre los multimillonarios. En promedio, cada noche de esos seis meses se fueron a dormir con 800 millones de dólares nuevos en sus estados contables.

Competir no es un rasgo que haga normales a estas empresas en el mundo capitalista de las tecnológicas. Cada uno tiene su nicho -ellos y los otros seis líderes de plataformas digitales (Bezos, Ellison, Balmer, Page y Brin) que encabezan el ranking de los diez más ricos-, sin que nadie se meta en el negocio del otro, por eso que ahora aparezca Threads para hacerle ruido a Twitter parece más una inyección suplementaria de testosterona que un interés por hacer del capitalismo un capítulo más de la sana competencia.

Pero así como no se intentan quitar la gallina de los huevos de oro llevan sus negocios a la depredación, donde los usuarios, casi que el mundo entero -aunque parezca grandilocuente decirlo-, somos sus víctimas. Al lanzar Threads (la pronunciación en español poco le ayuda para posicionarse), Zuckerberg desistió de hacerlo en Europa por temor -sin decirlo-, a las regulaciones en la extracción de datos. Lo mismo hizo Google con Bard, su asistente de búsqueda. Cada usuario le entregamos gratis y sin chistar a estas empresas datos de salud, información financiera, sobre compras, búsquedas en Internet, historial de navegación, fotos, contactos, documentos, ubicación, para después comprarles lo que nos ofrezcan. Allí está gran parte del negocio. ¿Quién se pone a leer la letra chica del contrato con ellos?

“Las grandes empresas del capitalismo de plataforma no prospera solamente por una idea genial, sino por un esquema de extractivismo de datos, de evasión de impuestos, de concentración de mercado, de aplicación de algoritmos interesados, de desterritorialización del capital y de precarización laboral”, escribe el académico Julián Zicardi en República Mercado Libre. Y además, la mayoría ni siquiera son productivas, sino meras intermediarias de sus usuarios. Unas de taxis, otras de bienes, otras de publicidad, otras de comida, otras de noticias e información. Europa, Canadá, Nueva York son los adelantados en colocarles límites: al monopolio publicitario, al uso de datos, a sus claroscuros en impedir las noticias falsas, a establecer sueldos mínimos para repartidores, a prohibir la discriminación laboral o que el proceso de selección de personal a través de algoritmos no esté condicionado por prejuicios sexistas y raciales. Los ejemplos de acciones antidemocráticas de las empresas tecnológicas por falta de controles pululan: en Brasil, Facebook aprueba difundir la violencia política; en Irlanda, Facebook, YouTube y TikTok aceptan violencia extrema contra la comunidad LGBTQ+, mientras que en el caso de Sudáfrica dan libertad a la xenofobia. Y eso que la Inteligencia Artificial (AI) está en pañales.

¿Qué sigue? Si Internet surgió como la gran ágora de la información transparente, democrática y al alcance de quien quisiera, las redes sociales se encaminan a ponerle fin. Twitter, lanzado a cobrar -igual que Facebook e Instagram- por determinados servicios de la aplicación, marca el camino del cambio de una estructura de negocios. Threads llega para ocupar ese nicho de gratuidad que deja Musk. ¿Hasta cuándo?

@DarioFritz