Por Martín Quitano Martínez
La polarización es un camino peligroso para una nación herida.
Darío de Jesús Monsalve
Arzobispo de Cali, Colombia
Resulta por lo menos ofensiva y muy preocupante la actitud de subordinación que se observa desde muchos de los poderes hacia los caprichos y las ocurrencias que llegan desde la gran Tenochtitlán. Se comportan como un rebaño acrítico, obedeciendo, aplaudiendo sin una justificación argumentativa que no sea la de sumarse a un coro que arrebata dignidad y respeto a muchos de los que son obligados a realizar acciones que no siempre coinciden con sus voluntades.
¿Creen los dirigentes de esta ignominia que les beneficia esta estrategia de dominación en momentos tan complejos de nuestra vida nacional?
Es resaltable la adjetivación tan virulenta de los ataques a todo aquel, a todo aquello que se pueda plantear como distinto a los mensajes incuestionables. Nada puede oponerse y el disenso debe ser fuertemente atacado, mientras que en el discurso de “la verdad” se respaldan los compromisos democráticos y apegos legales. Palabrería hueca que no alcanza para cubrir la arrogancia, la soberbia de considerarse únicos representantes del “Pueblo”.
Nos encontramos frente a un ambiente sumamente polarizado, donde las confrontas destrozan las razones y provocan cada vez mayores y delirantes manifestaciones de desencuentros y fanatismo. Por ello no puede entenderse que desde los poderes se arengue con mensajes de muerte al diferente, y peor aún, que quien asumió la responsabilidad de generar concordia y resolver problemas de todos, aplauda estos denuestos.
Calculan los del poder que esta afrenta les conviene, que la polarización consolida sus espacios políticos, acentúan sus proyectos y trascienden en la historia. Cuentan con la obediencia, la ignorancia y la necesidad de sus seguidores por voluntad o coerción.
Ocurre cotidiana y sistemáticamente el incremento de conductas ilegales, cínicas y provocadoras que, desde el ejercicio del poder, “aseguran” lealtades, demostrando su fuerza y garantizando la presencia de un mensaje de apropiación de cualquier espacio público, acentuando la confrontación.
En las clases políticas opositoras se pasa del pasmo a la incompetencia. De la miseria de los intereses facciosos a la pobreza política y de representación de cuadros “dirigentes” burocráticos que no acusan recibo de las posiciones de sectores sociales que miran con preocupación y con ganas de participación lo que ocurre desde muchos de los comportamientos políticos y públicos. Con ello se están vaciando las esperanzas de una ciudadanía que ha dado muestras de voluntad y participación inéditas.
Los retos de construir las opciones que aseguren la continuidad y mejora de una ahora democracia mexicana cada vez más alicaída, corren por senderos que deberán romper con las reglas impuestas de la polarización. Seguramente hay posiciones que miran la urgente necesidad de abandonar como sello de la discusión política el de caer en la pesada y negativa cancha de los fanatismos vengan de donde vengan, de continuar con un lenguaje pendenciero y bicolor donde solo se miren los negativos y las descalificaciones terreno éste controlado y administrado desde el poder dominante.
Desarrollemos un debate político con propuestas, construyamos mensajes positivos que aseguren nuevas posiciones, alejadas de los extremos que conducen a callejones sin salida. No podemos ni debemos seguir con el enfrentamiento polarizante. Encontremos espacios de discusión que rescaten la concordia, la pluralidad y el dialogo que dé respuestas como garantía para enfrentar cualquier iniciativa autocrática, brindando la oportunidad de presentar alternativas a la sociedad afligida por los problemas y que mira los debates políticos sin que se atiendan realmente los asuntos que les lastiman.
Los tiempos son para reforzar la imaginación y concretar iniciativas y propuestas. El horno sin duda no está para bollos.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Violencia de género respaldada desde la presidencia del congreso veracruzano ¿Qué nos falta ver?
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