Las universidades libres son el cambio
Por Javier Solórzano Zinser
La transición que vamos a vivir en el 2024 deberá de poner particular atención en atender a los jóvenes. Particularmente hay que poner énfasis en estimularlos para que entiendan el valor del conocimiento y la formación académica.
A menudo parece que se está perdiendo la relevancia de los procesos escolares y universitarios como parte de la construcción de mejores condiciones de vida a través de ello. Los estudiantes deben tener en su formación escolar plataformas para crear mejores condiciones de su entorno, empezando por la de sus familias.
Por más que se resalte la importancia que tiene el tratar de vivir de manera modesta, ajena a los bienes materiales, partamos que vivimos en sociedades en que se trata de trascender.
Formar significa hacer pensar, entender las cosas y especializarse en áreas que son para los jóvenes de su interés y vocación. Ha sido desafortunada la idea de lo que han llamado ciencia neoliberal. El quehacer científico tiene reglas y métodos que son los que le dan sentido y valor. La formación en las aulas debe por principio ser plural, los estudiantes deben de conocer el amplio mundo en el que vivimos a través de las diferentes corrientes de pensamiento.
No tiene sentido desalentar la vocación universitaria de miles de estudiantes que quieren progresar y vivir bajo mejores condiciones económicas. No es aspiracional cómo se ha querido hacer ver. Es simple y sencillamente parte de la vida y de querer a través de su profesión transformar también la vida de quienes los rodean.
Una de las claves está en lo que se le enseña los estudiantes. Junto con los objetos de conocimiento debe ir aparejada una formación social que permite a los estudiantes pensar efectivamente en lo que ellos quieren hacer con su vida, pero por sobre todo hacerles ver y valer la importancia de su país y del entorno social en el que viven.
Hay que alentar el debate escolar, pero sobre todo hay que resaltar y ponderar la importancia del conocimiento. No podemos identificarnos con la ignorancia como si fuera método de vida, porque es lo que inhibe la vida de los jóvenes, pero sobre todo es lo que no le da el país un giro que le permita ser diferente y más justo. Inquieta que algunos de los cambios que se han venido haciendo estos años en materia educativa desalienten el hambre de los jóvenes por el conocimiento y la transformación.
No tiene sentido la ideologización. Lo que vale es la pluralidad y particularmente poner énfasis en el proceso de enseñanza-aprendizaje como forma de vida. No hay futuro si los gobiernos se empeñan en adoctrinar a la población con condiciones económicas adversas porque se entra en terrenos de clientelismo el cual para lo que sirve es para someter no para gobernar.
Educar es formar y transformar. Es una forma de defender y valorar la justicia social al tiempo de darle oportunidad a todos y todas para que tengan instrumentos de vida y sean actores centrales en la transformación del país, pareciera que en ocasiones enaltecemos en algún sentido la ignorancia.
La sociedades mejor formadas son las que viven bajo mejores condiciones económicas y son más conscientes de lo que se debe hacer en la vida cotidiana, incluso en su decisión de quienes deben gobernarlas.
No se trata de imaginar sociedades perfectas. Se trata de formar en torno a la ciudadanía condiciones que permitan un desarrollo personal y por ende familiar que haga de las sociedades un mundo mejor.
Quien gobierne en el 2024 tendrá que ponerle focos rojos a los jóvenes y más ante la violencia que se vive ante la cual en muchas ocasiones son sujetos de ella, pero también son quienes la provocan.
RESQUICIOS.
Pasa el tiempo y no pareciera presentarse la más mínima autocrítica respecto al horror en el centro migratorio de Ciudad Juárez. El padre Solalinde aparece como si fuera vocero del gobierno sugiriendo nombres que sustituyan al del INM; crece la tragedia del horror ante el silencio.