Por Sandra Luz Tello Velázquez
Hace pocos, días Joan Manuel Serrat cumplió 79 años bien cantados. Miraba alrededor para escribir canciones que nacen de un interior sensible, dándole voz a sus pensamientos, a las historias, voces y pasos de las calles. Alfarero de palabras y acordes, emitió un grito de protesta a través de la armonía propia de la música, como lo hace un trovador.
“El Nano” cumplió 79 años y se aleja voluntariamente de los escenarios, pero nos deja su obra. Después de una gira exitosa se va con la frente en alto y con el corazón henchido por los aplausos y la admiración de generaciones distintas y distantes, que reconocen su discurso a través de sus producciones discográficas que iniciaron en 1967 y finalizaron en 2015 e incluyen canciones reconocidas en varias décadas.
Su universo es amplio, por ello musicalizó poemas de grandes escritores de lengua española y catalana. Adaptó obras de Antonio Machado, Miguel Hernández, Rafael Alberti, León Felipe, Jaime Sabines, Mario Benedetti, Eduardo Galeano, Luis Cernuda, Federico García Lorca, Pablo Neruda, entre otros. Y sin afán de ser irrespetuosa, podría afirmar que muchos de estos autores y sus poemas permanecerían en el desconocimiento popular sin las adaptaciones del “Nano”.
Joan Manuel Serrat ha influido en Iberoamérica durante más de cinco décadas, pues aborda un amplio abanico temático, lo que conlleva a quien escucha a recorrer un mundo de emociones, sentimientos y experiencias que son universales. Su grandeza nos lleva a revivir etapas, a descubrir narrativas, a reflexionar sobre la propia existencia.
Habitante de España, de México y del mundo, su visión crítica y combativa se transformó en palabra, en canto que a pesar de la constante desazón de no saber si en algún momento volvería a su tierra o moriría como el poeta, lejos del hogar, seguía musicalizando poemas o cantando la música de otros.
Joan Manuel Serrat transformó su obra a lo largo de los años, madurando sus letras a través de una semántica viva, de expresiones congruentes y retórica elocuente. Su grandeza se mide por la influencia en otros músicos, por su humildad para llenarse de la poesía que nos salva, por su sencillez para conmocionar con maestría.
Serrat se despide, se marcha de los escenarios, aunque en el paso de su caminar sus canciones quedan para todos los tiempos.