Quebradero

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La gran batalla de 2023

Por Javier Solórzano Zinser

No hay manera de pasar a segundo plano la inseguridad, la economía y la salud en el año por venir. Pero un tema que debemos tener en la máxima atención y que nos va a tener muy ocupados es el electoral. No sólo se darán las definiciones de los partidos sobre quiénes encabezarán sus proyectos para el 2024, lo cual va a tener tintes de máscara contra cabellera.

La cuestión estará también en saber en qué va a acabar el cuestionado proyecto de la Reforma Electoral en su versión de Plan B. Independientemente de su reciente aprobación, con polémica entre los satélites de Morena como es el caso del muy veleidoso y convenenciero Partido Verde, veremos cuál es el rumbo de las cosas en función de la gran cantidad de amparos que se advierte presentará la oposición y según se empieza a saber, también particulares.

El Presidente optó por el camino de desarticular al INE más por un pasado que le afectó, que por un proceso de análisis y razonamiento que llevará al instituto a ser un órgano más efectivo y que pudiera dar aún más certidumbre a las elecciones.

Tomó un camino pensando en el 2006 y no en la probada efectividad de los autónomos aparatos electorales que garantizaron y vigilaron su triunfo en el 2018. Lleva mucho tiempo fustigando al INE, pero desde que inició su mandato ha arremetido cotidianamente en contra de él en tonos en que prevalece una visión personalista más que una mirada analítica del papel que juega el instituto.

Éste va a ser el gran tema del 2023, porque en función de lo que se acabe por decidir se va a establecer el desarrollo del proceso electoral del 2024. Tantas propuestas de cambio hacen pensar en el tipo de inquietudes que pudiera tener el Presidente sobre las elecciones. Querer tener de alguna manera el control del instituto es regresar el tiempo, cuando el gobierno hacía las elecciones para acabar determinando quiénes eran los ganadores y perdedores; estamos ante la eventualidad de un retroceso histórico.

Es inevitable pensar en las inquietudes presidenciales, porque lo más sensato sería dejar las cosas como están, ya que las recientes elecciones no han sido objeto de crítica de parte de los actores políticos.

No se trata de no cambiar, sino de afrontar el próximo proceso electoral dejando las cosas como están, para pensar en los cambios después de las elecciones del 2024, las cuales seguramente arrojarán una nueva experiencia que se deberá sumar a los cambios que deben hacerse al INE.

El instituto cumplió a cabalidad sus obligaciones y responsabilidades en el 2018. No hubo crítica alguna de parte de los ganadores después de las elecciones, simple y sencillamente no se habló del tema porque no había necesidad de hablar de él.

La definición que haga la Corte sobre las impugnaciones a la Reforma Electoral terminará por ser en buena medida la definición del 2024. Junto con ello, habrá que seguir muy de cerca los criterios para designar a los cuatro nuevos consejeros del INE.

La CNDH de nuevo está siendo una extensión del gobierno, más que el ser una institución independiente que defina autónomamente sus criterios para establecer su propuesta sobre quiénes deben ser los consejeros; al Consejo Consultivo de la comisión se le viene pasando desde hace algunos meses de largo.

La importancia de las definiciones de la Corte si bien radica en establecer con claridad los criterios para el 2024, también termina por definir el futuro de nuestra democracia. Hay muchas batallas que se nos vienen, pero ésta, hoy por hoy, merece la mayor de nuestras atenciones.

Lo que se juega en los primeros meses del año definirá qué tipo de democracia es la que queremos y en la que nos queremos ver.

RESQUICIOS

El QUEBRADERO se toma unos días. Esperemos que en medio de las complejidades se dé tiempo para el descanso y para pasar las fiestas como quiere y con quien quiere. Felicidades muchas y en el camino felicidades al entrañable equipo de LA RAZÓN; nos leemos en enero.