Las instituciones en el centro
Por Javier Solórzano Zinser
El problema con las instituciones que se crearon desde los 90 para desarrollar nuestros procesos democráticos, darles autonomía, libertad y ciudadanía es que no son del interés ni la confianza presidencial.
Aquella frase de “al diablo con sus instituciones” es la manifestación de lo que López Obrador piensa de lo que contra viento y marea se construyó. No llegamos por arte de magia al desarrollo de elecciones confiables y creíbles en las que quien tiene más votos es el que gana.
Los principales problemas no han tenido que ver directamente con el INE, más bien las irregularidades han pasado por partidos políticos, la delincuencia organizada, caciques, por el relleno o robo de urnas ante lo cual no hay manera de que el Instituto meta las manos.
No hay indicios de que al Presidente le importen estas instituciones, quizá para su concepción de la política pudiera ser que hasta le estorben. La irregular elección del 2006 pasó más por la clase gobernante, lo que incluyó al presidente Fox, como lo definió el TEPJF.
Poco cuenta el papel que han jugado todos estos años las instituciones que han ensanchado la democratización del país. Son organizaciones que avalaron los triunfos de quienes hoy gobiernan, no sólo en Palacio Nacional, sino en buena parte del país.
No tiene sentido señalar al INE bajo la convenenciera idea de que no fue el instituto quien le dio el triunfo al Presidente. Se utiliza esta afirmación para desacreditar al INE y colocarlo en el supuesto de que con o sin él hubiera ganado López Obrador.
Eso no está en duda. El tabasqueño ganó con 30 millones de votos, pero quien organizó las elecciones y creó las condiciones para que en todo el país se pudiera votar fue el INE, el aval, la legalidad, está bajo la responsabilidad del TEPJF.
No se puede desacreditar a las instituciones porque son muy caras o le parecen al Presidente inútiles. La vida política y social se construye bajo un conjunto de instituciones que nos permiten organizar la vida del país en todas sus dimensiones.
Quizá el gobierno y el Presidente crean que van a gobernar durante largo, largo, largo tiempo. Quieren organizar la vida del país bajo este supuesto, lo cual, si bien es posible, no significa que no existan otras formas de pensar y otras organizaciones políticas que quieran acceder al poder y que tengan posibilidades reales de hacerlo.
No les gustan las instituciones que se encargan de la transparencia y de la rendición de cuentas. Lo que ha pasado estos días con la CNDH es una manifestación más de todo esto. A la Comisión la están llevando a ser una extensión más de los planteamientos e ideas de la Presidencia. Se anda dedicando más que a defender los derechos humanos de los ciudadanos, a los desplazados, a los migrantes, entre muchos otros grupos vulnerables, a jugar un papel alejado de su sentido y razón de ser.
Las instituciones que surgieron bajo el proceso de democratización del país, si algo buscan es ensanchar las libertades, los derechos, las obligaciones, la transparencia, la rendición de cuentas y la lucha contra la corrupción.
En el proceso está claro que muchas de las instituciones han quedado a deber. Sin embargo, no significa que pierdan vigencia o que se deba cuestionar por principio su existencia, insistimos sin dejar de reconocer que muchas de las tareas para las cuales se crearon no se han cumplido.
El debate sobre la Reforma Electoral hay que insertarlo en el proceso de lo que se considera inutilidad de instituciones. Estamos ante la definición de lo que queremos para el país, no son casuales, por más limitadas que hoy parezcan, las propuestas de movilizaciones que se andan organizando.
RESQUICIOS
La nueva “exhibición” que anunció el Presidente para todos aquellos legisladores que voten contra la presencia de los militares en las calles hasta el 2028 es una forma directa o indirecta de no aceptar las formas de pensamiento diverso.