Quebradero

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Politizando la inseguridad

Por Javier Solórzano  Zinser

Lo menos indicado es politizar los temas de seguridad, por lo menos bajo la lógica política, pero en estos tiempos todo es posible.

No tiene sentido hacerlo porque el país en su conjunto pasa por problemas serios transexenales que si bien se agudizan más en algunas zonas, no hay ciudad que no esté expuesta al fantasma de la violencia; ésta ha sido nuestra Lo menos indicado es politizar los temas de seguridad, por lo menos bajo la lógica política, pero en estos tiempos todo es posible.

No tiene sentido hacerlo porque el país en su conjunto pasa por problemas serios transexenales que si bien se agudizan más en algunas zonas, no hay ciudad que no esté expuesta al fantasma de la violencia; ésta ha sido nuestra condición de al menos los últimos 15 años.

La visita del Presidente a Tamaulipas muestra signos contradictorios de estos procesos. En tiempos del anterior gobernador panista la ayuda se escatimó, pero con la llegada del nuevo gobernador morenista las cosas cambiaron. Ahora se está echando toda la maquinaria por delante a diferencia de lo que pasó anteriormente.

Los conflictos entre el Presidente y el exgobernador bien pudieron hacerse a un lado para enfrentar el gran problema que tiene Tamaulipas desde hace mucho tiempo en seguridad, derivado entre muchas razones por la presencia de los cárteles de la droga y su relación de complicidad con las autoridades locales.

Poco se hizo con los problemas de desaparición de personas en la transitada carretera Monterrey-Nuevo Laredo, poco también se hizo para coadyuvar en la lucha contra la delincuencia organizada y el tema de los desaparecidos nunca acabó por estar en el radar de los gobernantes.

Recordemos que durante un tiempo se vivió una franca confrontación entre el Ejecutivo y Cabeza de Vaca cargada de rumores y ásperos discursos entre los políticos.

Esperemos que la nueva estrategia no llegue tarde ante tantas urgencias, porque el factor tiempo ya está presente. Habrá que ver si los ofrecimientos presidenciales se pueden instrumentar, quedan sólo dos años de gobierno.

En la misma tónica parece que se está moviendo el titular de Gobernación. Han quedado atrás los días en que parecía un componedor en medio de un clima de confrontación provocado por diferentes circunstancias, entre las cuales hay que contar la narrativa presidencial.

Del tono conciliatorio y del ofrecimiento de diálogo con el que llegó a Bucareli ha pasado a una actitud confrontativa, siendo que desde su dependencia debieran prevalecer los buenos oficios para los entendimientos y para escuchar a todos y todas. En las últimas semanas ha empezado a señalar y denostar en el mismo tono con el que se maneja el Presidente.

El señalamiento a gobiernos de oposición en los temas de seguridad está siendo una de las constantes referencias de Adán Augusto López. Con un tono confrontativo señala a gobiernos de oposición como si con los de Morena las cosas fueran de otra índole.

Muy pocos estados del país se han librado de la violencia cotidiana. Tenemos males endémicos que impiden que algún estado pueda aislarse de lo que sucede. Es un problema en el cual estamos atrapados y ante el cual, digan lo que digan los diferentes gobernantes, no se le ha encontrado una salida que atempere la violencia junto con todas sus variantes, lo que incluye las estrategias de la presente administración.

Sin pasar por alto que hay experiencias de enorme relevancia, como los casos de Coahuila y Yucatán, la percepción de inseguridad a nivel nacional es alta. La encuesta más reciente consigna que un poco más del 64% de las y los mexicanos se siente inseguro en sus ciudades. Si bien el porcentaje bajó en comparación con el año pasado, la cifra sigue siendo alta, al final entre la percepción y la realidad termina por no existir mucha diferencia.

En medio de la importancia y fuerza del discurso para la gobernabilidad, no pasemos por alto que Morena ya gobierna en buena parte del país y que ya son responsables en todos los órdenes, empezando por la seguridad.

RESQUICIOS.

Puede socarronamente el Presidente cambiarle el nombre a lo que han hecho los hacktivistas de Guacamaya por zopilote y señalarlo como un fracaso. Esto no descalifica los más de 4 millones de correos que a diario se dan a conocer y que tienen entre expuesta y evidenciada a la Sedena.