Reforma Electoral, la madre de las batallas
Por Javier Solórzano Zinser
Se viene una versión de “la madre de todas las batallas” con el debate sobre la propuesta presidencial de la Reforma Electoral.
Se va a jugar el destino político del país, nuestra democracia y la autonomía de los procesos electorales. Esperemos que el oportunismo de ocasión y temor del PRI no vaya a llevar a que el INE pierda su autonomía. Hay evidencias de que en la Cámara de Diputados empiezan a gestarse acuerdos que pondrían a la democracia mexicana bajo escenarios en que sin exagerar nos moviéramos 30 años atrás en el tiempo.
El complejo proceso de llevar al INE a su autonomía e independencia ha demostrado en los hechos que por más que tengamos una democracia en ocasiones cuestionada, el balance es favorable y nos ha permitido ser partícipes directos de procesos democráticos que han generado plena confiabilidad y credibilidad en quien organiza las elecciones.
El gobierno y su partido a menudo quieren hacer creer que a partir del 2018 con el triunfo de López Obrador llegó la democracia al país. Pasan por alto que precisamente los procesos democráticos que se han ido construyendo son los que avalaron, contaron votos y respetaron el triunfo del tabasqueño basado en millones de sufragios ciudadanos.
La democracia no empezó hace cuatro años. Ha sido una larga lucha de décadas que nos ha permitido la alternancia, más allá de que los gobiernos que hemos tenido merezcan la crítica, como pudiera eventualmente suceder con el que hoy tenemos al paso del tiempo.
La voluntad política va a ser clave para el debate. Por lo que hoy se aprecia en la Cámara de Senadores podría estar más definido el debate, pinta el Senado para ser el espacio para debatir a profundidad la reforma. El PRI, insistimos, será clave en el proceso, y si nos atenemos a lo que ha dicho estos días el titular de Gobernación pareciera que se viene un nuevo acuerdo PRIMor; ayer Rubén Moreira, del PRI, lo negó, pero en otras ocasiones también lo ha negado y ya sabemos cuál es el resultado.
Si se parte de que no se le va a cambiar al proyecto presidencial ni una coma, no va a haber manera alguna de alcanzar entendimientos, hacerlo significa negarse al debate, lo cual por principio es antidemocrático y autoritario.
La preocupación fundamental está en que el Presidente quiere presuntamente tener el control del instituto como sucedía en los 70 y 80. El cambio de aquellos años se basó en que los procesos democráticos y su organización debieran ser por principio autónomos y ciudadanos.
Lo que ha sido un tema peliagudo es la forma en que se elige a los integrantes del instituto; sin embargo, en esto tampoco podemos partir de cero. Los consejeros pasan por toda una serie de requisitos, lo que incluye exámenes, que permiten al Congreso tener elementos para en lo general saber quiénes son las personas que deben formar parte del INE.
Los criterios no pueden basarse en la popularidad. Organizar las elecciones requiere de personas especializadas en el tema, dicho con respeto no cualquier persona puede dedicarse a ello. A diferencia de lo que ha señalado el Presidente, para gobernar y organizar las elecciones se requiere inevitablemente de ciertos conocimientos, más allá de la popularidad de quienes lo hagan.
Para debatir habrá que tener voluntad y convicción bajo la premisa de que de por medio está el país del presente-futuro. La Cámara de Diputados organizó un gran Parlamento Abierto sobre la Reforma Electoral, hay mucho que retomar de este ejercicio, pero la gran clave será el espíritu que prevalezca; no cabe el todo o nada o querer apoderarse del INE.
Se nos viene una inquietante nueva versión de “la madre de todas las batallas”.
RESQUICIOS
A la invitación de los legisladores al titular de la Sedena a comparecer, el general respondió con algo así como si me quieren ver, vengan a verme, como si los delicados asuntos en que estamos no merecieran la mayor de las atenciones bajo la división de poderes; hasta fecha les puso.