¿Dónde está El Chueco?
Por Javier Solórzano Zinser
Han pasado varias semanas del asesinato de dos jesuitas asesinados y un guía de turistas en Chihuahua. En un primer momento la reacción colectiva fue de indignación; sin embargo, al paso del tiempo pareciera que el tema ha pasado a segundo plano, a pesar de que no hay duda de que es un asunto de primera importancia.
El asesinato viene a comprobar la impunidad bajo la cual vivimos. El hecho de que una persona se meta a una iglesia y se atreva a dispararle a dos sacerdotes, quienes estaban buscando proteger a una persona perseguida, nos habla de la situación bajo la cual estamos desde hace tiempo.
El asesino no tuvo el más mínimo reparo en disparar al interior del templo, quizá porque sabe bien que puede hacerlo y que no pasa nada. Se asesina porque tienen el control de la zona y porque quien pretenda detenerlos podría también ser ajusticiado o porque al final bien se sabe que la autoridad y la delincuencia viven bajo la complicidad.
El Presidente reaccionó poniendo más atención a las críticas que hizo la congregación jesuita que a la solidaridad hacia la comunidad que fue castigada por el asesinato de los prelados, pasó a segundo plano el dolor de lo sucedido siendo que el historial de sacerdotes era una prueba manifiesta de la solidaridad y el compromiso con la comunidad.
Los jesuitas reaccionaron de manera firme, porque la congregación a lo largo de muchos años se ha dedicado a comprometerse con las causas más adversas que tiene el país. La reacción tiene que ver con un historial de la congregación y con un compromiso por las comunidades que forman parte ya del historial de nuestro país, más allá de creencias religiosas.
Es evidente que al Presidente no le gustó en lo más mínimo la reacción de los jesuitas, porque en el fondo había y hay una crítica abierta a la estrategia de seguridad del gobierno.
Lo que no podemos como sociedad es pasar a segundo plano asuntos como el asesinato de los jesuitas. Por más que la agenda esté cargada de temas importantes el asesinato de los sacerdotes y el guía de turistas es un asunto que rompe paradigmas, porque entramos en los terrenos en donde puede pasar cualquier cosa y pareciera que no pasa nada.
El Presidente se metió en los terrenos de la crítica, porque no le gustó la reacción de la comunidad religiosa. Es importante recordar y reconocer que los jesuitas son una orden religiosa que históricamente ha estado comprometida con los sectores populares y en favor de quienes menos tienen.
Los sacerdotes jesuitas asesinados eran la mejor representación de todo ello. A lo largo de su vida se habían comprometido de manera firme y genuina en Chihuahua y eran reconocidos como parte de la comunidad por lo que estaban representando en favor de los más desprotegidos.
Su muerte es una manifestación más de la impunidad. El asesino sigue libre, a tal grado, que han detenido a sus familiares, amigos, cómplices sin que hasta ahora se sepa el destino del presunto asesino con el sobrenombre de El Chueco.
Siendo el Presidente un hombre que le concede enorme relevancia a los temas religiosos, supondríamos que un tema como éste sería de su mayor importancia. Sin embargo, ha entrado en un terreno en donde en lugar de que conozcamos realmente que pasó al interior de la iglesia se metió en un debate con los religiosos sobre las estrategias de seguridad, siendo que si alguien tiene buena parte del termómetro de lo que pasa en el país son los sacerdotes, quienes están en las comunidades con mayores problemas económicos y de seguridad.
La pregunta es quién protege a El Chueco, han detenido a todos los que le rodean, pero el personaje sigue en libertad seguramente bajo la complicidad de las autoridades, cuesta trabajo pensar lo contrario.
RESQUICIOS
Este jueves el Presidente va a presentar su informe de gobierno. Seguimos sin tener un diálogo entre el Poder Legislativo y Ejecutivo, por lo que se ve en este sexenio no va a pasar absolutamente nada, el tema no pasa por el radar presidencial.