No se puede ir a todas
Por Javier Solórzano Zinser
A sabiendas de que el Presidente no deja pasar ningún asunto suele suceder que al ir a todas inevitablemente se pueda enredar con algunos asuntos.
Por más que conozca algunos de los temas que le van a plantear quienes participan en las mañaneras, surgen temas que se le pueden ir de la mano, porque por principio no puede responder a todo.
En ocasiones no pareciera tomarse tiempo para reflexionar. Presumimos que en las reuniones con su equipo van adelantando temas que pueden ser motivo de cuestionamientos por quienes participan en la mañanera.
A algunos asuntos es obligado darles su tiempo. Tienen que pasar por un proceso de reflexión, porque son de primera importancia y pueden tener secuelas que se terminen revirtiendo contra el gobierno y el Presidente.
El asesinato de los jesuitas es uno de los asuntos que era obligado hacerle una pausa, porque todo lo que se responda desde la mañanera trae secuelas y consecuencias. No se trata de no responder, sino de buscar la manera de responder y reflexionar sin dejar de pasarlos de largo, lo cual es una estrategia de primera importancia para el Presidente.
Responder que a los jesuitas se les olvidan las matanzas de años anteriores es colocar el tema como si nada hubiera sucedido bajo la actual administración. En estos cerca de cuatro años hemos visto cómo ha ido ganando espacios la delincuencia organizada, ha avanzado de tal manera que muchas de las carreteras del país están bajo su control.
El reporte de lo que vivió un sacerdote en el estado de Jalisco, donde enfrentó un retén de grupos delincuenciales, es una muestra de lo que se está padeciendo.
El discurso jesuita de estos días apunta más a una crítica sobre el estado de las cosas y lo difícil que está siendo enfrentarlas. Se le señala al gobierno como rector de la sociedad, pero también porque su estrategia no termina por dar resultados lo que provoca hechos como los de Chihuahua.
Dicho de otra manera, los jesuitas saben que vivieron y pueden seguir viviendo lo que mucha gente padece en todo el país. No vemos un discurso agresivo contra el gobierno, más bien vemos observaciones puntuales como parte de un ente de la sociedad.
El Presidente no tuvo un buen acuse de recibo de los mensajes, más bien arremetió contra los jesuitas perdiendo de vista el gran compromiso social que hay detrás de su labor. Los sacerdotes vivían bajo condiciones determinadas por su elección como parte de su opción religiosa, las cuales son de enorme modestia y humildad propios de su vocación y de su congregación.
Supondríamos que el Presidente y los jesuitas tendrían bases comunes incluso llegar a ser aliados. La historia de los jesuitas tiene como eje de definición un compromiso con los más pobres y en el caso concreto de Javier y Joaquín había sido una elección de vida.
Algunos de los jesuitas han estado cerca de la Teología de la Liberación corriente que tiene como eje la iglesia de los pobres. No se avanza echando por delante el presunto olvido de los jesuitas respecto a las matanzas del pasado. Ellos saben sobre ello, porque en muchos casos su labor pastoral se establece en zonas en donde prevalece una profunda pobreza.
Siendo el Presidente un hombre de acendradas creencias religiosas, no pareció ser empático con quienes dentro de la Iglesia católica se significan por su crítica y por su compromiso social. Habrá que ver al paso del tiempo qué tanto entre los católicos trascienden los lances entre el Presidente y los jesuitas y en una de ésas qué otra reacción pudiera venir del Papa jesuita.
Hubiera sido detenerse en considerar las propuestas de los jesuitas más que recordarles las matanzas del pasado, como si no supieran de ellas.
RESQUICIOS
Así como el Presidente debió y debe asumir una actitud distinta ante el asesinato de los jesuitas, no tiene sentido romper el diálogo por parte de la congregación en México con el gobierno. Si nos atenemos al discurso jesuítico hay que abrir siempre las puertas antes que cerrarlas.