Quebradero

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Inseguridad, el tiempo se agota

Por Javier Solórzano Zinser

El gran problema que está enfrentando el gobierno y en particular el Presidente es que en seguridad no parece haber avances sustanciales, como para tener índices tangibles de que está cambiando el estado de las cosas.

El lamentable y deplorable asesinato de los sacerdotes jesuitas confirma que algo sigue sin hacerse, lo cual en buena medida se debe a que no se tienen los diagnósticos y estrategias precisas para enfrentar situaciones como las vividas en Chihuahua.

El presunto responsable de la muerte de los prelados estaba siendo perseguido desde el 2018, esto quiere decir que hemos pasado cuatro años sin poder detenerlo, a sabiendas de su alto nivel de peligrosidad e influencia. La recompensa de 5 mdp a quien informe sobre el presunto asesino refleja la desesperación y el problema que se tiene ante una congregación religiosa de gran influencia en México y en el mundo.

Al gobierno le empieza a acompañar la percepción de que va perdiendo la batalla en seguridad, al tiempo que va perdiendo la capacidad de maniobra y confianza ciudadana en esta materia. En los dos años y meses que faltan de la presente administración no se aprecia que pudiera haber tiempo y espacio para que se diera un giro que permita imaginar al menos que se reviertan o de menos atemperen los escenarios bajo los cuales estamos.

En algunas comunidades se está viviendo bajo la ley de la selva. Las redes a menudo muestran cómo integrantes de los cárteles se manifiestan en las calles en muchas de estas comunidades en actos que son, al mismo tiempo, demostraciones de poder y de carácter propagandístico.

En el caso de los jesuitas asesinados no tiene sentido entrar en una rebatinga con el pasado, porque lo sucedido representa una situación que se debía tener contemplada y analizada en la cual se debió trabajar y actuar a través de diagnósticos en materia de seguridad nacional.

En el diagnóstico-país el municipio y la localidad en donde fueron asesinados los sacerdotes deberían haberse contemplado desde hace tiempo y ser visto con focos rojos. Existen evidencias de que diferentes cárteles estaban y están enfrentados por ganar la plaza, hecho que había sido advertido por los propios jesuitas.

La percepción sobre inseguridad ha crecido cada vez más entre la población. Entre los hechos y la percepción se ha venido creando una diferencia entre el discurso oficial y lo que vemos y vivimos los ciudadanos.

Este aspecto tiene que ser considerado de manera importante por el Presidente, porque pareciera que no le concede relevancia a los temas de seguridad de la cotidianidad apelando a la información que tiene, los famosos otros datos.

Las referencias del Presidente sobre el caso de los jesuitas dejan la impresión de que no le sacudió lo sucedido como se ha venido manifestando en el imaginario colectivo. Lo que pasó es un hecho importante, porque rompe límites y deja establecido que la delincuencia ha establecido una suerte de ley de la selva en donde no respeta absolutamente nada, lo que incluye a los templos y a quienes los conforman.

La presunción de la pérdida de la batalla contra la inseguridad crece, porque cotidianamente estamos enfrentando situaciones fuera de control. No hay fin de semana en que no se registren balaceras, matanzas, asaltos, tomas de carreteras y comunidades, teniendo como eje la brutal variable llamada impunidad.

Suponemos que el Presidente debe saber muy bien que el tiempo se le está viniendo encima, la impresión es que va perdiendo la batalla en un tema que como nación nos es fundamental.

El asesinato de los jesuitas es un síntoma muy delicado de lo que se va viviendo en el día con día y del estado de las cosas.

RESQUICIOS

Covid nunca se ha ido, sigue entre nosotros y no se va a ir. Mucha gente anda agolpándose para hacerse pruebas con resultados en lo general positivos. Varios estados han optado por adelantar las vacaciones escolares. Es evidente que las cosas se están poniendo delicadas.