Disertaciones temporales

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Por Sandra Luz Tello Velázquez

El tiempo es un asunto que parece discurrir entre la obsesión y lo aterrador. Cuando nos encontramos en una situación agobiante o de tedio quisiéramos que las horas transcurrieran cual segundos y escapar de ahí, sin embargo, entre más pasan los años en nuestra persona y dan señales inequívocas que el tiempo se nos queda en la piel, el cabello y la falta de movimiento desearíamos detenerlo.

Llegamos a la mitad del año para darnos cuenta de que el tiempo es movimiento que transita en un antes y un después, es cambio, sucesión, el tiempo es duración, es imaginario y reflejo en las cosas, en los seres, en la vida. Somos temporales, aunque el paso y la permanencia del tiempo sean relativos, cuando consideramos que el presente, el ahora es el límite para determinar  lo que fue y hasta donde fue, así como para percibir el futuro y lo que será, el después es una idea supeditada al ahora, nunca el futuro se refiere al pasado, sino al presente.

Quizá una de las maravillas de la literatura es que desafía al tiempo, que hace imperecederas ideas, sentimientos, historias, épocas, relaciones, conjuntando concepciones clásicas y planteando un sinfín de posibilidades atemporales. Grandes escritores han profundizado en el tema del tiempo sin agotarlo, como Jorge Luis Borges, quien consciente de los límites humanos intentaba angustiosamente develarlo y mencionaba que se interesaba en ello, que desde niño le aterraba la perplejidad del tiempo, el infinito remolino que era.

Borges dedicó su vocación a  la escritura de ensayos y a la invención de ficciones, en muchos de sus escritos plasma su desesperación por explicarse las paradojas del tiempo, sus personajes se ven atados a un tiempo que no comprenden y del cual les es imposible escapar, utiliza técnicas que pueden ser consideradas como una experimentación, ya que plantea la posibilidad de influir en el pasado, como ocurre en el cuento “El Episodio del Enemigo” en donde el tiempo se diluye en la realidad a partir del sueño.

Las concepciones de Borges transforman al tiempo en un ente flexible en el que se modifica al pasado dócilmente, le da un carácter artificial rompiendo con el antes y después de Aristóteles, en sus narraciones es capaz de anular los efectos y consecuencias del tiempo en una transformación divergente en “los objetos secundarios” encontrados en “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” o en el cuento “La otra muerte” que posibilita suprimir coherentemente el pasado.

Nada más visible e intangible que el tiempo, cuya medición es humana y de imparable transitar natural, como asegura Borges: “Una de las oscuridades, no la más ardua, no la menos hermosa, es la que nos impide precisar la dirección del tiempo” (ensayo Historia de la Eternidad).