Telcel y las tlayudas

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Por Victor Roccas

Permita el amable lector intentar ordenar la cantidad de palabras que se agolpan en mi mente, es complicado cuando existe primero enojo y luego la decepción que inunda el ánimo cada día ante la realidad de este país.

Recuerdo el slogan del monopolio en telefonía del multimillonario Forbes favorito de la 4T y del Santo Niño de Macuspana, el slogan o enunciado rezaba: “Todo México es territorio Telcel”, luego en un acto de supuesta consciencia empresarial Carlos Slim retiró el slogan a sugerencia de su Altísima y Serenísima Cabecita de Algodón, desde luego no por entrar en una epifanía franciscana sino a conveniencia de mantener los números de popularidad demagógica del Peje, más por cuidar la inversión que en gesto solidario y derivado de la absolución adelantada de la línea 12 y de haberle restituido el total más penalización de la inversión por la cancelación del Aeropuerto de Texcoco, eso sin contar el “bisne” del tren Maya que le dispensó con tanta alegría el Rayito del Sureste Mexicano.

Pues como todos hemos advertido, efectivamente, no todo México es territorio Telcel, aunque todo México es territorio Slim y definitivamente todo México es territorio de tlayudas o similares…

Así es querido lector. No hay lugar en este empobrecido, embrutecido y devastado país donde un comal con aceite hirviendo no adorne el camino para la delicia y antojo de cualquier transeúnte de todo estrato socioeconómico, me atrevo a decir que no hay nada más democrático que un puesto de fritangas o antojitos en el quicio de una vivienda desvencijada, una bocacalle o la entrada a un callejón, una olla de champurrado, atole o chileatole en cualquier esquina a las 5:00 am, una olla tamalera montada en un triciclo circulando de las 7 am a las 7 pm por sendos rumbos de cualquier colonia chaira o fifí, una señora y sus hijas amasando memelas y gordas en un puestecito genialmente confeccionado para atender a su hambrienta clientela en solo un minúsculo espacio de 1 metro por 60 cm, y ni hablar de los puestos de tacos, garnachas, tortas, empanadas y quesadillas.

No hay, insisto, una sola calle, carretera, paradero, zona empresarial de postín o industrial (con todo y aromas pestilentes de productos químicos innombrables) de México en los cuales, en algún borde del camino no exista un puesto informal de comida, desde el norte del país hasta el sur, desde mariscos, moluscos, pescado, hasta carne de res, cerdo, chivo, caballo, perro, gato o rata, huitlacoche, flor de calabaza, escamoles o grillos, horchata, jamaica, fresas, cocos, plátanos, café, etc. Todo México es territorio de puestos de antojitos y fritangas…

Pero también todo México es territorio de informalidad, ambulantaje, enfermedades gastrointestinales, falta de higiene, carencias, supervivencia, vulnerabilidad e inseguridad totales. Y no solo por el hecho de que muy, muy pocos pagan impuestos y por ello no han sido ni serán pocos los legisladores, politiquillos y burocracia dorada que no desearía hincarle el diente a este rubro de actividad económica. ¿Se imagina usted la cantidad de saliva que cualquier gobernante derramaría de regularizar íntegramente la actividad de los puestos de antojitos? ¡La riqueza que podría ingresar y ser utilizada de manera discrecional tan solo por mediar tal actividad que ahora se re-conoce institucionalmente como nuestra comida y hasta nutritiva gracias a su majestad tabasqueña!

Pero entretanto ya a otros mexicanos con “alto sentido del servicio público” se les ocurrió la idea, no la de regularizar los puestos, sino la idea de agenciarse sendos beneficios, amedrentando con permisos locales a discreción de cada demarcación, o incluso de cada agente representante de la cacareada y retorcida “ley y el orden”.

¡Ay México como dueles!, cuántos gendarmes panzones, burócratas gorrones, inspectores lombricientos y servidores públicos relamidos han abusado de la informalidad y vulnerabilidad del puesto de la esquina, del taquero, el de los tamales, la seño de las empanadas, la de las gorditas o el de las tortas…

Cuántos criminales, pandillas y organizaciones delictivas amasan fortunas tomando como rehenes a los trabajadores de la informalidad ante la indolencia y la hipocresía de los abrazos y el perdón de un gobernante más ocupado por la dieta de su niño de oro villahermosino casado con la princesa neoyorkina.

Así pues, el menú comienza cada día de cada semana laborable: las tortas para el Comandante, las empanadas para la Secre, la quesadillas para el Lic, los tacos pal` Contador, etc. Todo siempre a cargo del informal puestero o canastera que ni garantía de conservar los calzones obtendrá en caso de ser desconocido y levantado de la banqueta por ultrajes a la autoridad o simplemente para quitarle la mercancía y tragar gratis con los cuates de la oficina o en la comandancia…

Ése es el México, místico, profundo, nutritivo que el presidente de los pobres sublima, no importa si lo es también el México de la pobreza, de la violencia, de la falta de oportunidades, empleos, salud y educación; el México de la migración, las remesas y el narco. Menos importa si es el de la señora de las Tlayudas que logró su día e incluso su semana de ventas pero que a Dios encarga poder vender mañana porque a quien le toca garantizar su bienestar, seguridad y oportunidades se encuentra aun saboreando las glorias de la demagogia.

Así es lector. México es territorio de vendedores de Tlayudas con garantía de nada, de multimillonarios con garantías de todo, de gobernantes sin ni al menos puta madre y de una clase política pletórica de hijos de la chingada.