Por Ruby Soriano
La invasión de Rusia a Ucrania nos centra no sólo en el análisis político de todo lo implica la decisión de Vladimir Putin de vulnerar lo que pensaba era un país fácil de resquebrajar y amedrentar.
Ucrania liderada por Volodimir Zelensky se está defendiendo en medio de una fuerte orfandad mundial.
Las personalidades de ambos presidentes contrastan frente a una crisis que está dejando víctimas y efectos colaterales que se reflejarán en la economía mundial.
La personalidad de Putin dura e implacable se alinea con sus inicios como agente secreto de la KGB.
Desde que ejerce el mandato, ha hecho del nacionalismo ruso una apología poco creíble de una nación con mucha unidad.
Si bien es cierto que la población rusa reconoce que la mano dura de Putin ha frenado muchos dolores de cabeza, también aceptan que la corrupción invadió no sólo a su gobierno, sino a muchos frentes de su sociedad.
Saben que las redes de traficantes rusos operan mundialmente y hacen negocios con el propio Kremlin.
Muy atrás ha quedado el recuerdo de la vieja unión soviética y de la caída no de uno, sino de muchos muros del socialismo anquilosado, que mutó en un discurso de nacionalismo operante para las invasiones, el control de libertades y las alianzas con organizaciones criminales.
Cuando un gobierno como el de Rusia emplea el doble discurso para accionar la violencia disfrazada de defensa, nos damos cuenta de la peligrosidad no del gobierno, sino de la persona que lo encabeza.
Rusia se encuentra en el radar mundial por haber fallado a lo elemental, que fue haber dicho inicialmente que no ejercería actos de violencia en contra la población civil ucraniana.
Pasado es destino, y el Presidente ruso aprendió a moverse entre la deslealtad que implica traicionar sus propias palabras.
Con el mejor disfraz que da la institucionalidad, ha modificado la constitución rusa más de una decena de ocasiones con la finalidad de perpetuarse en el mandato. Son los excesos que nacen del narcisismo forjado a la sazón de fanatismos dogmáticos.
Este hombre implica un peligro mundial luego de mostrarnos su facilidad para la ruptura de acuerdos.
Putin es la versión mejor lograda de los dictadores del siglo XXI, quienes muy en lo oscurito tienen la añoranza de los viejos tiempos de aquellas dictaduras que ensalzaban un nacionalismo letal donde la primera víctima era la libertad.
El rostro de Putin está más que descubierto, en tanto veremos hasta donde le da su implacable ambición para agudizar el conflicto con Ucrania.
Frente a este breve análisis sobre la personalidad del Presidente ruso, recupero una reflexión del Analista en temas de Seguridad Internacional, Eduardo Buscaglia:
Sobre la invasión de #Putin a #Ucrania con el fin de destruir a una #democracia incipiente, tengan en cuenta lo siguiente que está ampliamente demostrado:
“#VladimirPutin NO es un comunista ni tampoco es un “derechista”.
#Putin no posee ningún tipo de ideología.
El cabrón es un mafioso de primer nivel con un proyecto imperial de expansión territorial financiado por una enorme #DelincuenciaOrganizada de ESTADO que él lidera.
Energúmenos como #Putin sólo frenan cuando son políticamente “decapitados” y su red criminal eliminada.”
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