Quebradero

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El fin de semana

Por Javier Solórzano Zinser

Se sumaron acontecimientos significativos. Pasamos del fallecimiento de personajes enraizados en la cultura de los medios y las redes, a la celebración de la Guadalupana; el triunfo del Atlas después de 70 años de no ser campeón, cerrando con la llegada de la caravana migrante a la capital sin pasar por alto la F1.

La muerte de Vicente Fernández trastocó la vida del país. La razón está en que con todas las contradicciones que pudiera tener era un personaje metido muy popular y querido. Poco importaba su espíritu machista, lo que importaba era lo que cantaba, su poder de convocatoria y ser un personaje prototipo de nuestro país.

Su muerte pudiera estar cerrando un ciclo de personajes de la música ranchera que han sido fundamentales en la vida de la construcción de nuestra cultura popular, quiérase o no. Su hijo Alejandro ha entrado en otros terrenos de la música, no ha dejado la ranchera, pero se ha abierto espacios efectivos, cálidos y populares. Parece ser un heredero que ha evolucionado y podría estar ya conformando una nueva forma de entender la necesaria, inigualable y querida música ranchera.

Carmen Salinas se movió por muchos ámbitos. Igual pasó por la política, por sus divertidas imitaciones, por sus personajes estereotipados, pero también por interpretaciones de carácter que le dieron gran reconocimiento. Su militancia priista da la impresión que tenía que ver más con el oportunismo del partido de colocar a personajes públicos, o sea votos, y con cuotas más que convicciones.

Paradójicamente la muerte de estos queridos personajes se dio en momentos en que el futbol adquirió una enorme dimensión. El hecho de que un equipo tan metido en la vida de Guadalajara se haya coronado campeón, y siendo que los dos personajes públicamente manifestaron su simpatía por las Chivas, terminó por armar un coctel que sumó al fin de semana todo tipo de comentarios y atención.

El triunfo del Atlas adquiere una dimensión social relevante. Independientemente de que Cruz Azul llevara mucho tiempo sin coronarse y lo lograra a mediados de año, lo del Atlas había adquirido una dimensión local que alcanzaba la leyenda, la desesperanza, vivir de la esperanza y entender, cuestión que no es fácil entre los aficionados, “le voy al Atlas aunque gane”.

La fiesta del domingo en Guadalajara fue de euforia. Vicente Fernández acompañó la euforia de los atlistas a los que poco les importó que fuera aficionado de las Chivas, al fin y al cabo la música y Vicente Fernández es de quien canta sus canciones para hacerlas propias.

Atlas y León jugaron una final formidable. Cuando hay tantos de por medio es muy difícil para los jugadores jugar cerca de la excelencia, son partidos de todo o nada. Sin embargo, hace mucho tiempo no había una final en donde los equipos de los que son considerados “grandes”, a estas alturas eso de lo “grande” anda en pasado más que en el presente, que llamara tanto la atención.

¿Los juegos del León y Atlas? tuvieron como factor fundamental al aficionado, quienes hicieron que la final fuera un fenómeno futbolero, deportivo, social y cultural. Los estadios provocaron que los partidos fueran inolvidables, porque se metieron de lleno en la memoria futbolera, lo cual dicta la historia del juego.

La Basílica fue de nuevo la casa presencial de millones de fieles. Fueron momentos de respiro en medio de las adversidades; la lista es interminable, concentrémonos en seguridad, salud y economía.

La fiesta no fue completa, porque granaderos enfrentaron a los migrantes, quienes llevaban más de 25 días caminando, que querían con razón llegar a la Basílica.

“Queríamos una llegada ordenada”, suponemos que pensaban en lo que el Gobierno federal hace en la frontera sur.

RESQUICIOS

Todo indica que al afamado vocero no le gustó que lo grabaran en su comparecencia, la cual en función del tema debió ser pública. Morena se encargó de cuidar y esconder a un hombre que tiene mucho qué explicar.