¿Cuál sorpresa?
Por Javier Solórzano Zinser
Un rasgo significativo del Presidente es que lleva el ejercicio del poder hasta sus últimas consecuencias.
No tiene reparo en hacerlo, se ha educado para ello. Lo fortalecen y se lo permite el 2018, en algún sentido lo que pasó en 2021 y lo que todo indica sucederá en las elecciones del año que entra.
López Obrador ejerce el poder porque lo tiene y sabe qué hacer con él. Lo que son las cosas, el último antecedente que tenemos de un mandatario que haya ejercido el poder cerca de límite es Carlos Salinas de Gortari. Lo que pasó al final de su sexenio estuvo cerca de la hecatombe.
Las cosas hoy son por mucho diferentes. La referencia tiene que ver con un singular paralelismo entre dos personajes que sin tener que ver entre ellos ejercieron y ejercen el poder de manera determinante. Mientras uno ganó la elección de manera cuestionada el otro tiene una plena legitimidad, lo que los une es el pleno ejercicio del poder.
A López Obrador ni le inquieta ni le incomoda llevar las cosas al límite, esta estrategia es su terreno natural como político. No parece importarle lo que puede provocar entre quienes se ven afectados por sus políticas, hemos escrito una y otra vez que se mueve bajo el “voy derecho y no me quito”.
Quizá pueda sorprender a muchos la forma en que el Presidente está ejerciendo el poder, bajo argumentos como el que muchas de las cosas que está haciendo no tienen nada que ver con su desarrollo como candidato e incluso como Jefe de Gobierno de la capital.
No compartimos la perspectiva. Es probable que muchas cosas que se están viendo no se hayan apreciado cuando López Obrador era candidato. Ciertamente han aparecido algunos temas que estamos viendo y viviendo, situaciones diametralmente opuestas a las que planteó en su campaña el tabasqueño. Uno de los temas más contradictorios está siendo el de las Fuerzas Armadas, la entrega hacia ellas rebasa cualquiera de las opiniones que haya emitido en su pasado; queda la impresión de que este asunto se agudizará y no se le ven ni pies ni cabeza.
No podemos decirnos sorprendidos en las opiniones presidenciales sobre las OSC y los institutos autónomos. Estas organizaciones le sirvieron a López Obrador en su momento para fundamentar muchas de sus denuncias, pero nunca tuvo la más mínima empatía hacia ellas; no se olvide su expresión de “al diablo con sus instituciones”.
En el fondo lo que quería decir es que las organizaciones de la sociedad civil y todo lo que tuviera que ver con ellas no formaban parte de su concepción de la política, desde hace tres años está claro que en el ejercicio del poder son instancias que no le merecen atención y respeto.
El debate sobre el “arrepentimiento” por haber votado por el Presidente nos parece insulso. Se votó por López Obrador en medio de una coyuntura en que surgió como la opción de millones de personas, lo que ha pasado desde hace tres años no dista mucho de lo que el entonces candidato le planteó a la sociedad mexicana para que votara por él.
El problema que tenemos es que el Presidente no va a cambiar por más que haya evidencias de que el rumbo que está tomando su gobierno y el país esté cargado de problemas que en muchos casos el mismo gobierno provoca, las cosas no van a cambiar.
Se van a seguir creando condiciones para que el Presidente cumpla lo que se ha propuesto, el decreto forma parte de la estrategia, ante una sociedad pasiva, sin oposición influyente a lo que se suma que los seguidores del Presidente se van radicalizando.
Quizá habría que reconocer que de lo que debemos sorprendernos es de nosotros mismos.
RESQUICIOS
Anda circulando en redes una muy buena e interesante entrevista que el equipo de José Ramón Fernández, en los tiempos de la nostálgica Imevisión, le hizo a César Luis Menotti, quien en los 90 fue entrenador de la Selección de México. Vale verla para confirmar que 30 años después el futbol mexicano sigue igualito, no cambia nada, no pasa nada y doña tele domina y hace y deshace.