Cuidándose las espaldas
Por Javier Solórzano Zinser
El Gobierno y su partido siguen bajo bases firmes. Si bien existen muchas críticas respecto a lo que ha pasado en estos siete años, no hay duda de que la llamada 4T se ha venido consolidando
El problema que sigue teniendo es que al negarse a escuchar la crítica deja de tener referentes de no ser los propios, los cuales son juez y parte.
Todo se reduce a la búsqueda de acuerdos internos. Con los aliados, buscan entenderse y si se puede bien y, si no, también. La hegemonía del partido se mantiene, pero están por venir ciertos asuntos, en los cuales tienen que entenderse con sus aliados, particularmente con el PT. No todo puede resolverse tratando de ponerse de acuerdo entre los morenistas, como lo han venido haciendo. En función de los tiempos que vienen, no se van a resolver las diferencias solamente designando candidatos a modo para tratar de quedar bien con las tribus del partido.
Esto es sólo una parte de la ecuación. La 4T se ha venido llenando de problemas delicados que por más que traten de pasarlos a segundo plano llegará el momento en que explotarán y se expandirán.
Al asumir la estrategia de pasar cuidándose las espaldas entre ellos sin hacer el más mínimo acuse de recibo de los efectos que desde hace años ya tiene la gobernabilidad en varios estados, están optando por no contemplar la reacción ciudadana.
Sumemos los hechos de corrupción que los están llevando a coyunturas profundamente delicadas, sin que estén tomando en cuenta las consecuencias, lo cual, entre otras cosas, lleva a un deterioro y al agotamiento que provoca en la sociedad. No hay que darle muchas vueltas para reconocer que se evalúa en política lo que se hace y lo que se deja de hacer.
En medio de la innegable popularidad de la Presidenta, está para considerarse de manera importante la evaluación que se hace sobre los diferentes elementos de su gobernabilidad. En más de algún caso, pasaba algo similar con López Obrador.
Por un lado, la ciudadanía reconoce y apoya al Ejecutivo, pero, por otra parte, es crítica en su gobernabilidad.
En las últimas encuestas, el 80% de la población es severamente crítica en la lucha que presume el Gobierno contra la corrupción. La corrupción fue un elemento fundamental para López Obrador, y es evidente que le dio una buena cantidad de votos. Sin embargo, en su gobierno pasó poco o nada. Decía que las escaleras se barren de arriba abajo.
Ni el expresidente ni la Presidenta han logrado revertir la corrupción, la cual en muchos casos se ha intensificado. El Sistema Nacional Anticorrupción hasta ahora no ha favorecido ni la transparencia ni la rendición de cuentas.
El reciente zipizape en el Legislativo de la CDMX se debió precisamente a la desaparición de los órganos responsables de la transparencia. Como se recordará, el Congreso federal tomó la decisión de desaparecerlos cumpliendo puntualmente lo que quería López Obrador, argumentando que eran muy caros y además porque podían fácilmente ser sustituidos por el Gobierno.
No ha sucedido ni lo uno ni lo otro. Al desaparecer los institutos autónomos el Gobierno concentró aún más el poder y evitó que existieran organismos independientes que lo evaluaran. El Gobierno quería y quiere ser evaluado por él mismo.
Muchos de los problemas de corrupción que han aparecido tienen que ver con que no existe un factor externo que permita revisarlos, lo cual permitiría que el Gobierno tuviera mecanismos de evaluación y transparencia.
Mientras se cubran las espaldas, la corrupción los hace ver como lo que dicen que nunca quisieron ser, y además terminan por ser cómplices y como suele suceder, algún día les cobrarán la cuenta por más que anden de invencibles.
RESQUICIOS.
El movido e intenso presidente de Colombia, Gustavo Petro, lanzó otra declaración que pasa por México. Dijo que EU “invadió” territorio mexicano y que Texas es un estado “invadido”. El tema difícilmente es abordado por la 4T, a diferencia de la obsesión que nos traemos con España.