Quebradero

Share

Venezuela, sin camino de regreso

 

Por Javier Solórzano Zinser

El conflicto entre Donald Trump y el Gobierno de Venezuela ya no tiene camino de regreso. Algo fuerte va a tener que pasar para que se destrabe o algo parecido. La única manera que se perfila del presidente estadounidense es la salida de Nicolás Maduro, por las buenas o las malas.

Trump tiene en la mira a Maduro. En su campaña para su segundo periodo se refirió al presidente venezolano en innumerables ocasiones señalándolo como un problema grave para la región. A diferencia de otros presidentes estadounidenses, Trump ha colocado a AL bajo una óptica en que asume que es su región, nadie se debe meter de no ser que él otorgue el visto bueno; de alguna manera ha redefinido aquello del “patio trasero”, por lo que ahora se ve, ya va más allá de México.

La estrategia de Trump va aparejada con su decisión de revivir la Doctrina Monroe basada en la máxima de “América para los americanos”. El republicano ha llamado a este nuevo proceso el “corolario de Trump”.

En los últimos meses se han intensificado la intimidación y las agresiones contra el Gobierno de Maduro. Al ataque contra lanchas, presumiblemente de narcotraficantes, se ha sumado la toma de un barco petrolero y sobrevuelos en el espacio aéreo venezolano. EU asegura tener información para asegurar que muchos de los barcos hacen negocio fuera del mercado internacional con el petróleo.

La intimidación está a tope. Va acompañada de una narrativa sistemáticamente amenazante. Maduro va perdiendo capacidad de maniobra, a pesar de un importante apoyo popular interno. EU lo ha colocado como su enemigo y eje de muchos de los males que asegura están deteriorando la vida de su país.

En la geopolítica no se puede soslayar, que Maduro cuenta con el apoyo de China, Rusia e Irán, entre otros. Venezuela tiene petróleo y eso es lo que desde hace décadas se convierte en elemento central para los ataques, pero también para la convivencia con que muchos presidentes estadounidenses han manejado su relación con el país sudamericano.

Las acusaciones de narcotraficantes son la razón de los ataques contra el presidente venezolano, también están en el centro sus totales diferencias con los gobiernos de izquierda y con el bloque que pudiera estarse armando en la región con Cuba, Colombia y Nicaragua, sin hacer a un lado a los gobiernos de México y Brasil. El Gobierno venezolano ha alentado la creación de un bloque “bolivariano”.

Ayer la Presidenta mexicana pidió a la ONU que intervenga ante el bloqueo que Trump ordenó en contra de todas las actividades petroleras de exportación venezolana. La Presidenta apeló a la ONU a pesar del menosprecio que tanto ella como López Obrador le tienen a esta institución y a la mayoría de las organizaciones internacionales, particularmente la OEA.

El llamado es importante. Bajo las actuales condiciones y otras, no se puede aceptar la injerencia de EU en cualquiera de las naciones ya subcontinente. Tenemos una historia común que, si algo nos debió haber enseñado es la importancia de saber resolver nuestros problemas internos, lo cual tiene entrampado a Venezuela. El problema hoy se centra, inevitablemente, en Nicolás Maduro.

Trump ha ido creando un nuevo engranaje de concepción de la vida y, sobre todo, de su relación con el mundo. Para México ha sido particularmente difícil entenderse con él. La Presidenta ha desarrollado una estrategia que le ha permitido al menos atemperar la infinidad de problemas que pareciera que tarde que temprano se nos vendrán encima.

Maduro ha tratado de conservar el poder sin importarle el cómo. A esto se suma la mirada expansiva y controladora de Trump. Venezuela está en vilo y da la impresión de que en cualquier momento se van a desatar momentos que nos coloquen a todos bajo circunstancias de alto riesgo.

RESQUICIOS.

A lo mucho que se dice y especula sobre Venezuela, ayer Gustavo Petro, presidente de Colombia, reconoció de manera inesperada que Maduro es un dictador… uffff.