Por Fernando Vázquez Rigada
La revolución mexicana comenzó, originalmente, bajo una sentida demanda de libertad política y apertura del sistema por una sociedad que le quedaba grande al porfiriato.
No obstante, muy pronto, bajo esta demanda originaria, se sumó un reclamo de justicia social cuyo núcleo fue uno: la tierra.
Más de un siglo después, se comienza a perfilar un entorno semejante.
Una minoría gobernante, cuya base dura son unos 30 millones de personas de un país de 130 millones, está centralizando el poder y previendo perpetuarse al costo que sea.
En este proceso de regresión autoritaria, el gobierno comienza a crear una atmósfera de reclamo sobre un recurso central: el agua.
Si hace 100 años el estallido social fue en torno a la tierra, hoy el agua está siendo el catalizador de las movilizaciones contra el régimen.
La concentración de autorizaciones sobre el uso agrícola es un tijeretazo a la libertad y un condicionamiento político a los usuarios.
Sobre esa inconformidad, el gobierno de Estados Unidos reclamó la cesión de 249 millones de metros cúbicos que presuntamente México le adeuda. El gobierno mexicano reviró pidiendo una negociación en una mesa que se instaló ipso facto.
El sábado, el gobierno patriota declaró que había llegado a un “acuerdo” con Estados Unidos. Entregará 249 millones de litros cúbicos.
El arreglo, así, fue doblarse ante la exigencia de Estados Unidos.
El costo previsible será volver a incendiar los ánimos de los agricultores, ahora, del norte del país. Expertos aseguran que no hay agua en las presas de México para entregar. Pero el simbolismo de fondo es que el gobierno está dispuesto a aplastar las necesidades de los mexicanos con tal de cumplir con Estados Unidos.
Para el vecino, eso está muy bien.
Por lo pronto, en su agenda inmediata, no le preocupa que aquí se amplíen las libertades. Le importa que México se alinee a sus intereses económicos.
La contradicción de la nueva burocracia es patente: se reprime a opositores y se desdeñan los reclamos sociales más variados, pero se atiende, solícito, lo que se le exige afuera.
El agua es un tema toral para la supervivencia, económica y física de millones.
Es un elemento que es sinónimo de vida.
El agua apaga al fuego.
Expropiarla hace lo contrario: lo enciende.
@fvazquezrig
P.D. Muchas gracias por sus lecturas y comentarios. Feliz Navidad. Nos leemos en 2026.