Quebradero

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El destino del país

 

Por Javier Solórzano Zinser

En plena consolidación del nuevo régimen de la 4T el Gobierno y su partido están tomando el camino de la imposición por encima de los consensos.

Entendemos que no es nuevo, pero también se está construyendo un nuevo sistema político en donde la concentración del poder, las discrecionales e impositivas reformas de los Poderes de La Unión nos podría llevar a laberintos, si no es que ya estamos en ellos, que lleven a gobiernos lejanos de la libertad y la pluralidad.

La democracia terminará siendo útil para mantenerse en el poder, y no como forma de gobierno de entendimiento y convivencia sociales.

López Obrador nunca quiso negociar nada ni con nadie. Pudo haberlo hecho en la primera parte de su gobierno, pero no estaba dispuesto a sentarse con la oposición, no quería el debate como forma de entendimiento.

No tuvo la más mínima disposición para ello. En sus seis años de gobierno arremetió sistemáticamente contra las oposiciones y adversarios en las mañaneras.

Para López Obrador la oposición era un mal necesario y en el fondo no había la menor duda que la menospreciaba; no se reunió con ella en ninguna ocasión.

Pudo haber negociado, lo cual lo hubiera fortalecido; sin embargo, optó por llevar las cosas hasta el Plan C que se basaba en ganar con contundencia las elecciones para tener el control del Congreso y aprobar todas sus reformas.

El oficialismo no está dispuesto a debatir y discutir. Lo que busca, como le sea posible, es el control. Ha tomado a la democracia como el instrumento para acceder al poder, pero no pareciera que le interese tenerla para la gobernabilidad.

Las secuelas pueden ser profundamente delicadas. Entre otras razones porque al concentrar el poder deja de tener referentes externos y excluye a quienes piensan de manera diferente, ya sea partidos, organizaciones sociales, académicos, periodistas o cualquier ente social.

El camino del debate no está en su radar. Estos años hemos visto cómo en la medida que se consolida el régimen se cierra a las opiniones diferentes. Tienen el poder y es evidente que por ningún motivo van a permitir perderlo, el problema es que tarde que temprano enfrentará el país la posibilidad de perder el valor y vigencia de la democracia, el entendimiento, la civilidad y la pluralidad para gobernar y construir.

La gobernabilidad ha entrado en terrenos de miradas únicas. Las argumentaciones para defender esta estrategia parten de que la sociedad votó por un proyecto distinto del que a lo largo de muchos años habíamos tenido.

Si bien es la respuesta tiene que ver con el voto ciudadano no significa que tomen decisiones buscando concentrar el poder reformando unilateralmente las instituciones sin criterios plurales haciendo que escuchan a los otros sin realmente estar escuchándolos.

Lo que puede venir podría ser corregido y aumentado en función de lo que de hecho ya vivimos. Cuando volteemos la cara como sociedad no sólo estaremos ante un nuevo régimen, lo cual tiene la lógica de una decisión electoral de la sociedad, sino también la consolidación de un proyecto que concentre sus ejes en concepciones autoritarias, impositivas, unilaterales en donde todo empiece y termine en el oficialismo y que lleve a que el resto de miradas políticas, sociales y económicas sobre el país sean, como ya sucede a menudo, menospreciadas, desacreditadas, adjetivadas para hacerlo a un lado.

Ante lo que estamos es ante el destino del país, el cual no se ve que se vaya a configurar bajo principios democráticos propios de una sociedad que más allá de divisiones tiene que ser tomada en cuenta.

Ya tienen un nuevo régimen y ahora quieren definir nuestro destino.

RESQUICIOS.

Los vituperados New York Times y Forbes reconocieron a la Presidenta por su bien vestir y por ser una de las mujeres influyentes del mundo. Claudia Sheinbaum agradeció al Times y seguramente lo hará esta mañana con la influyente revista; digamos que están dejando de ser pasquines, como les decía ysq.