Quebradero

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La lucha por el territorio

 

Por Javier Solórzano Zinser

La explosión del coche-bomba en Coahuayana, Michoacán, es un desafío múltiple, al tiempo que una defensa de territorio por parte de los grupos de la delincuencia organizada.

La FGR calificó inicialmente el hecho como “terrorismo”, lo que llevó a que surgieran interpretaciones de toda índole sobre lo sucedido. Ahora se habla de que “hubo una confusión en la redacción del comunicado difundido el sábado pasado”.

Seguramente la Presidenta desde el domingo llamó la atención del tema. Ayer en la mañanera de plano le dijo a la Fiscalía que explique cuál fue el motivo por el cual se cambió de opinión de un día a otro.

En su primer gran reto la FGR terminó por confundirse y lo peor fue que nos confundió a todos. Si el atentado se coloca en términos de “terrorismo” las cosas adquieren otra dimensión, en términos de la forma en que se ve la acción de la delincuencia organizada.

La cuestión está en que por más que cambien de clasificación estamos ante un acto con características de “narcoterrorismo”. Se entiende que la palabra provoca temores y riesgos por las repercusiones que puede tener. Trump les llama a los narcotraficantes “terroristas”, la definición original de la FGR sobre el coche-bomba estaría colocando a los narcotraficantes en los terrenos del terrorismo, lo cual estaría siendo similar a la forma en la que los define Donald Trump, de alguna manera le estarían dando la razón.

No hay manera de calificar de otra forma lo sucedido. Explotaron un coche-bomba en el centro de un municipio de un estado caracterizado en lo general por la violencia, el cual vivió hace un mes un brutal atentado que costó la vida de un presidente municipal en el centro de la ciudad de Uruapan, en medio de una fiesta pública de enorme importancia para sus habitantes, no hay otra que verlo como un desafío y una toma de posición.

El Gobierno diseñó un programa de paz y justicia para Michoacán, el cual ha recibido su primer reto. El plan no pasó directamente por los ciudadanos, porque todo se decidió desde la CDMX.

La otra gran vertiente del atentado pasa por el control de los territorios. El Gobierno, y en el camino, todos los ciudadanos, han venido perdiendo desde hace al menos 10 años parte del país. Se la han pasado tratando de ganar espacios políticos, los cuales hoy pertenecen a Morena.

Sin embargo, en la medida en que el oficialismo ha ido ganando territorio político, el país ha ido perdiendo territorio ante la delincuencia organizada. El Gobierno tendría que cuestionarse con firmeza, sin proteger a los suyos, la razón de todo esto. En la medida en que avanza el control político de Morena crece el control de la delincuencia en muchas zonas del país. No hay manera de entender lo que está pasando, si no es bajo los nexos que existen entre los delincuentes y los políticos.

El país se ha convertido en un lamentable referente de la violencia de los cárteles de la droga, los cuales han venido diversificando su influencia para dedicarse a otras áreas delictivas, ya no están sólo en el narcotráfico.

La pérdida del territorio es uno de los problemas más graves que tiene la inseguridad del país. Los ciudadanos no podemos recorrer carreteras, calles y vivimos una creciente extorsión. Si esto sucede en grandes ciudades, imaginemos lo que significa desde la perspectiva social y de vida cotidiana, lo que puede pasar en una gran cantidad de municipios del país.

La explosión del coche-bomba es un desafío al Estado y es una manifestación de la lucha por el territorio de parte de la delincuencia organizada.

RESQUICIOS.

Con lo impredecible que es Donald Trump, no hay manera alguna de suponer que lo sucedido en Washington sea algo así como una tregua o el inicio de nuevos tiempos. El presidente ya tomó su camino y va tras ello.