Está pasando

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Por Fernando Vázquez Rigada

Está pasando. La aprobación del régimen se desploma. El repudio a la nueva burocracia crece.

Las oposiciones orgánicas se multiplican por todo el país.

Las tensiones internacionales continúan y la presión fiscal comienza a asfixiar la única base de legitimidad del sistema: las transferencias económicas.

Lo niegan, por supuesto. Pero es cierto: está pasando.

La ejecución de Carlos Manzo fue la chispa que detonó la indignación que estaba dormida. Una inmensa mayoría de la población piensa que al alcalde de Uruapan lo abandonaron y que el régimen reprimió a manifestantes pacíficos en las marchas posteriores.

Lejos de calmar las aguas por miedo, esta reacción violentó a diversas regiones del país.

El mayor rechazo a la presidenta proviene, ojo, de la generación Z. Son datos. No especulaciones.

Las oposiciones, todavía sin molde coagulante, se expanden: médicos, ex militares, agricultores, transportistas, empresarios, dueños de negocios familiares, mujeres violentadas, víctimas.

El desplome es cierto.

Proviene no sólo de arriba: también de abajo.

El ¿gobernador? de Michoacán, Ramírez Bedolla roza apenas los 30 puntos de aprobación. Lo mismo ocurre con los gobernantes de Veracruz, Tabasco, Campeche, Guerrero, Zacatecas, Sinaloa, Baja California Sur. Morena comienza a ser un coloso con pies de barro.

La respuesta ha sido errónea y torpe. Ha sido doble: el endurecimiento y hablar de fútbol.

El recambio en la fiscalía y la aprobación chicharronera de la ley de aguas hablan no del desagüe de los canales políticos taponados, sino de la mano que se convierte en puño.

La línea se remata con el manual que ya no sirve. Convocar a los súper ricos a ofrecer las inversiones de cada año; retacar el Zócalo y ahí, peor, reencontrarse públicamente con las lacras peores del desprestigio. Cerremos filas, que el barco hace agua y vamos todos arriba.

Las imágenes demeritan la figura presidencial: abrazándose con quienes hace unas semanas fueron encerrados en un corral, por impresentables. Una pena: no quiso o no pudo. La familia vuelve a reunirse, aunque el tufo aleje las simpatías del 70% que no son seguidores.

Y hablar de fútbol cuando la economía cruje, cuando el dinero no alcanza, cuando estallan carros bomba en Michoacán, resulta, lo menos, de una ingenuidad inquietante.

Que no lo acepten. No importa.

Pero lo saben.

El cambio está en marcha.

Está pasando.

 

@fvazquezrig