Por Francisco Montfort Guillén
Está anunciada otra marcha para el próximo 20 de noviembre. Esta es la mejor noticia en estos días convulsos y confusos. Si llega a realizarse será el mayor motivo de alegría para quienes pensamos que la democracia sólo puede crecer y ser fuerte si está apoyada por una ciudadanía activa, participativa, solidaria con ella misma.
Alain Touraine cita una breve estrofa de la Canción de Gédal, en Primo Levy, Se non ora, quando?: Si yo mismo no me hago cargo de mí, ¿quién lo hará en mi lugar? Si no es así como hay que hacerlo, ¿qué hacer? Y si no es ahora, ¿cuándo, entonces? En nuestra era, no sólo debemos hacernos cargo de la muerte de Dios, sino también de las figuras antes emblemáticas del camarada, del militante, del cruzado. Ya no podemos depender de ese pensamiento religioso que, si bien se niega a morir, deja vivas ideas peligrosas (como la de la existencia del pueblo elegido, del pueblo bueno, de una sociedad compuesta por dos únicos bandos) para el funcionamiento correcto de una sociedad.
En la sociedad del consumo, las funciones integradoras de la familia, la profesión, la escuela se han debilitado. Y no pueden ser sustituidas, como pretende este gobierno, con las identidades étnicas, ya demasiado alejadas de nuestra vida en común. Y las ideas del marxismo leninismo como nueva religión social resultan patéticas en el cuadro de la sociedad global y la cultura de masas. Si pretendemos unir la racionalidad con la defensa del individuo debemos ahondar en las virtudes culturales del cuadro que todavía nos ofrecen las ideas de nación, de los derechos humanos, de la alteridad y la resiliencia en el caso específico de México.
El ser humano mexicano debe buscar las fuerzas que estructuran la aparición de un nuevo sujeto capaz de construir su propia historia. Y esto así debido al fracaso palmario de la última etapa del Estado nacido del conflicto revolucionario de 1910. De nada sirva negar los cimientos de esta grotesca pretensión de construir una nueva etapa histórica como secuencia de un solo tiempo lineal de la nación mexicana. No es una novedad el régimen de Morena: se trata más bien de la conclusión degenerada de un Estado que nunca fue capaz de construir un país desarrollado.
Este es el único beneficio que ha traído Morena al país: la demostración fáctica de que, sin la participación de la sociedad plural, como es la mexicana, resulta imposible cimentar un nuevo proyecto de país. Con Morena se ha puesto al descubierto la fragilidad de la clase política como correa de transmisión entre los ciudadanos y el Estado. Es la clase política la que ha engendrado un cerebro colectivo, un gobierno nacional con evidentes taras, con debilidades mentales y funcionales enormes, por las cuales está imposibilitado para ofrecer una vía clara de desarrollo a una sociedad tan compleja como la mexicana.
Las intervenciones del Estado actual no han hecho sino exacerbar las disfuncionalidades que veníamos arrastrando desde los años ochenta. El respiro de modernidad, de reforma política, de reforma del Estado y de un nuevo modelo económico debido a la voluntad reformadora del último PRI (Salinas de Gortari/Zedillo Ponce de León) fue insuficiente para convertir el Estado dominante autoritario, protector de una feroz oligarquía, en un Estado democrático y moderno, promotor de bienestar, de mayores niveles colectivos de calidad de vida, de innovaciones científicas y tecnológicas, de cultura nacional del cambio y la solidaridad, sin obsesiones enfermizas de lograr, por la fuerza, la homogeneidad comunitaria, en lugar de hacerlo por la vía del progreso colectivo.
El encabezado que da título a este artículo pertenece al pintor Banksy. Y me ha sugerido la idea de que, desde las marchas de la Marea Rosa por la defensa de la democracia y del Poder Judicial, hasta la marcha de la Generación Z existe un continuo de expresión política que nace por fuera de los partidos políticos y expresa una nueva voz ciudadana, en la medida en que ha identificado que ninguna sigla partidista logra representarla. Sus voces desbordan las ofertas políticas de los partidos y, en primer lugar, las del bodrio que es Morena.
Es de agradecer esta iniciativa de continuar con las manifestaciones en contra de la inseguridad pública y la corrupción que representa Morena. Y no es porque estos dos tumores no existieran antes. Lo novedoso del momento actual es que ningún partido político, ningún presidente, ningún gobierno hasta antes de 2018 había creado una alianza estructural con los criminales y ninguno había tenido como fin, al menos desde 1929, de saquear las finanzas públicas en provecho de un grupo político.
Este gobierno no da para más. Sus límites ya los expresó la titular del Poder Ejecutivo que más parece una luchadora de la Triple AAA que una luchadora social. Porque sus respuestas ante la marcha del 12N, además de autoritarias y carentes de sentido político, son de una vulgaridad digna de un dirigente de un pueblo perdido de la gracia de Dios, como rezaba antes un dicho popular.
Descansar, pero no dejar de luchar. Exigir lo imposible, para hacer realidad lo accesible: abrir las vías para renovar la sociedad política que junto con la sociedad civil engendren un nuevo Estado capaz de llevar a México a los niveles de bienestar material y de calidad de vida que es posible conseguir con base en el esfuerzo y entrega de una sociedad que como la mexicana, tiene capacidades de autosuperación dignas de mejor suerte.