Un sábado inquietante
Por Javier Solórzano Zinser
El sábado se ve como un día complicado. No sólo en la CDMX la que será sede de diferentes manifestaciones, algunas protestas también se replicarán en otras ciudades.
Inquieta lo que pueda pasar por el tono con que se están definiendo las manifestaciones por parte de los convocantes, pero también por la forma en que se anda preparando para el sábado el Gobierno de la capital y el Gobierno federal.
En pocas ocasiones habíamos visto tan rigurosamente vigilado el Zócalo. Resulta hasta intimidatoria la forma en que han puesto vallas para evitar un “algo” que no queda del todo claro qué es.
La CNTE informó desde hace al menos un mes que iba a llevar a cabo un paro estos días como parte de su protesta debido a que no se han atendido sus demandas centrales.
La Presidenta ha contestado que no hay necesidad de ello, porque existen mesas de diálogo en donde se pueden canalizar todas las demandas del magisterio, a lo que sumó su enésima declaración en el sentido que el Gobierno no reprime. Para la CNTE las mesas han sido inútiles, porque además desde hace varias semanas no ha habido reuniones. Conversando con líderes de la Coordinadora nos dicen que, sí hay represión en contra de los maestros a los que no se les ha pagado, entre otras cosas, su salario.
Dos son los temas centrales que demandan los maestros. Por un lado, está la derogación de lo que ya llaman la reforma de Peña Nieto y de AMLO, así como lo lee. Por otra parte, está la demanda que no les han cumplido y que les prometieron que les harían valer en los primeros años de este Gobierno en relación con el ISSSTE sobre la jubilación y retiro.
La CNTE está con las mismas demandas que no les cumplieron en julio y aseguraron que si no avanzaban harían un paro nacional este fin de semana. Los maestros no van a dar un paso atrás y seguramente tomarán el Zócalo como lo han hecho en otras ocasiones. En ésta lo harán a la par de una manifestación que cada vez va adquiriendo mayor relevancia, particularmente entre los jóvenes.
Esta manifestación es un enigma. No queda claro cuál puede ser su alcance, pero se aprecia que el Gobierno la tiene en la mira con una alta dosis de preocupación. Desde hace varios días a través de militantes, podcasts de jóvenes morenistas han tratado de desacreditar la marcha.
Todas estas reacciones, más los mecanismos de seguridad que han instalado en el Zócalo y la narrativa que ha ido creando la Presidenta, al grado tal que ahora afirma que va a investigar quién está detrás de la marcha como si cualquier ciudadano no pudiera convocarla en el ámbito de sus derechos y sus libertades de manifestación, es lo que ha ido también generando expectativa.
La protesta del sábado se ha ido relacionando con las muchas inconformidades de los últimos meses. El asesinato de Carlos Manzo es ya una causa de enorme importancia, la sociedad vio materialmente cómo lo asesinaban ante sus hijos en un acto público.
No es la mejor de las respuestas mencionar que Carlos Manzo tenía en su círculo inmediato a policías municipales, porque no aceptaba a las Fuerzas Armadas. El expresidente municipal de Uruapan vivía en medio de la desconfianza, la cual en buena medida tenía que ver con el Gobierno estatal y federal.
Detrás de la respuesta de las Fuerzas Armadas hay una alta dosis de insensibilidad, similar a la que se presentó días después de su asesinato en la mañanera.
Se han sumado muchos escenarios y quizá ésta sea una de las lecturas que se está teniendo en Palacio Nacional sobre lo que puede suceder este inquietante sábado.
Lo que se vislumbra es que paulatinamente empiezan a gestarse movilizaciones sociales, que pueden estar tocando fibras sensibles de un gobierno que a menudo se siente intocable.
RESQUICIOS.
Habrá que ver cómo le va a Omar García Harfuch en Michoacán. Son muchos los reclamos que escuchará, uno de ellos es porque no se tomó a la población en consideración para el desarrollo del plan para el estado.