Más que rebasados
Por Javier Solórzano Zinser
Carlos Manzo sabía que lo iban a matar y que su muerte violenta era ineludible.
Uruapan y buena parte de Michoacán viven desde hace por lo menos 20 años bajo la brutal violencia de la delincuencia organizada. Ha sido gobernado por el PRI, PRD y por Morena y las cosas no cambian.
Tres días antes de que asesinaran a Hipólito Mora nos dijo que la zona caliente del estado estaba dominada en todos los sentidos por la delincuencia organizada, nos señaló a los grupos que dominan el territorio ante la incapacidad de las autoridades estatales y federales. Su muerte, a plena luz del día, fue brutal, se cansaron de dispararle sin que interviniera absolutamente nadie. Hipólito sabía, como Carlos Manzo, Bernardo Bravo y muchos otros, que los iban a matar y que su muerte violenta era ineludible.
La respuesta del Gobierno federal sobre la muerte del presidente municipal de Uruapan, el municipio más rico del estado, fundamentalmente, por la producción del aguacate, explica la situación por la cual pasa buena parte del país.
Asesinaron a un hombre que en innumerables ocasiones dijo que lo querían matar. Lo sabía y, sin embargo, nunca se dobló, quería lo mejor para su municipio. Pidió ayuda, pero, a sabiendas de la situación, nadie del Gobierno federal visitó Uruapan.
Contaba con la protección de 14 integrantes de la Guardia Nacional, camionetas y policías municipales, y, sin embargo, lo mataron en medio de una gran cantidad de gente en una festividad de la ciudad en medio de niños e innumerables familias.
Estamos metidos en una espiral de violencia cada vez más brutal, ante la cual los gobiernos federal y estatales son impotentes, a pesar de que se la pasen contando menos muertos. La percepción en el país es, definitivamente, adversa y cargada de temores.
Lo sucedido en Uruapan evidencia la descomposición de las cosas y además lo ineficaz que llegan a ser los sistemas de seguridad muy probablemente por su complicidad con los delincuentes. Si logran asesinar a un personaje que se sabe querían deshacerse de él y que luchaba frontalmente contra la delincuencia organizada por lo que estaba provocando en su municipio, no hay sistema ni mecanismo alguno para defender a Carlos Manzo ni a cualquiera. El país está peligrosamente rebasado y ya no hay manera de responsabilizar, les gusta más la palabra culpar, al pasado para asegurar que lo que está sucediendo tiene que ver con el neoliberalismo y todo lo que lo rodea.
El gobierno y Morena ya son el pasado. Varios estados están bajo el dominio de la delincuencia organizada y en algunos casos vivimos bajo una “pax narca”. Se han establecido acuerdos entre narcotraficantes y gobiernos locales para establecer una “paz”, que en el fondo es la paz que quieren los cárteles para poder desarrollar sus “actividades”.
Las consecuencias que se tiene es que desde el Gobierno federal no se tomen acciones concretas y en algunos estados lleva al enquistamiento de los problemas y a más violencia. Todo lo que está pasando en Sinaloa, como otro claro ejemplo, tiene que ver con problemas de origen que alcanzan sexenios anteriores, incluyendo al de López Obrador.
El Gobierno de Michoacán, al estilo de Morena, crea narrativas que chocan con la terca realidad. En menos de 15 días han matado a un líder limonero, un presidente municipal y al sobrino de Hipólito Mora; todos personajes que tomaron la decisión de enfrentar a los cárteles, sin plena ayuda del Gobierno federal que ahora no le queda de otra que dar pésames.
Estamos en los días más aciagos del Gobierno federal. Son muchos frentes abiertos. La violencia nos lleva a la rabia, a la impotencia, a la corrupción, a la pérdida del territorio y al miedo, nos quitan los espacios para vivir.
RESQUICIOS.
Fueron muchos los mensajes de Carlos Manzo buscando ayuda. Meter ahora el asesinato en los terrenos de la politiquería, confirma el país que somos antes que pensar en un hombre que quería que Uruapan fuera distinto; es lamentable de uno y otro lado.