Por Fernando Vázquez Rigada
Kakistocracia es, decían los griegos, el gobierno de los peores.
Hoy no sólo estamos retenidos por una kakistocracia: estamos en la peor que recuerde la vida nacional en un siglo.
La nueva clase dirigente es liliputense.
Estamos en manos de los menos preparados, los más corruptos, los notoriamente incapaces.
Las excepciones sólo confirman la regla.
Morena, en 2018, recogió lo peor del país con tal de ganar de votos. López Obrador rompió la máxima que expresó Manuel Camacho poco antes de la muerte de Colosio en 1994: “Quiero ser presidente, pero no a cualquier costo”.
López Obrador, tras dos derrotas y mucha amargura, vendió su alma al diablo. Fue entonces que acuñó la tristemente célebre frase: 90% de lealtad,10% de eficiencia.
La política, que venía deteriorándose desde lustros antes, llegó al grado de putrefacción de hoy.
Fox tenía un grado de cultura lamentable. El más alto mando policial de Felipe Calderón está en la cárcel. Con Peña florecieron los frívolos excéntricos: la hija de Humberto Benítez, director de PROFECO, mandó a cerrar un restaurante porque le dieron servicio lento. David Korenfeld viajaba en helicóptero para ahorrarse las molestias del tráfico a su oficina. Los Duarte, Borges, Sandoval proliferaron en los estados.
Pero hoy vivimos el reino de la degradación absoluta de la política.
El gabinete de López Obrador fue el peor y más mediocre de la historia. Hoy, los gobernadores de Morena, con un par de excepciones, son impresentables. Hay cientos de alcaldes ignorantes y abusivos. Decenas de legisladores y miles de jueces que no tienen idea ni respeto por su investidura.
El Senado de la República está dirigido por un hombre vinculado al narco. En una comparecencia del secretario de Hacienda, en medio del escándalo que ha hecho polvo a su reputación, se puso a ver el fútbol.
En la Cámara de Diputados, en plena tragedia que costó la vida de decenas de personas y succionó miles de patrimonios, los diputados de Morena organizan un baile con la Santanera. El dolor ajeno les es indiferente: lo saben, lo saben.
La hermana de Layda Sansores hace su informe del DIF cantando.
Alejandro Armenta, gobernador de Puebla, pone a dirigir una rueda de medios a su perro.
Rocío Nahle, gobernadora de Veracruz, declara tras un video desgarrador de una mujer de la tercera edad torturada por sicarios, que murió de un infarto.
Cuauhtémoc Blanco, acusado de abuso sexual y señalado de desvíos multimillonarios en su gestión de gobernador de Morelos, se pone a jugar pádel en una sesión virtual del Congreso.
Abelina López, alcaldesa de Acapulco, aseguró en 2022 que la violencia en la ciudad que desgobierna se debe a “la calor” (sic).
El alcalde del PVEM en Emiliano Zapata, Morelos, Santo Tavares, destruye una línea de luz al querer manejar para un video una retroexcavadora.
Los ministros de la Suprema Corte no saben ni lo que leen y en una sesión del TEPJF en lugar de poner el himno nacional ponen una rola de Marc Anthony: “Qué precio tiene el cielo”. Vaya mensaje.
Las oposiciones también tienen lo suyo. Exhibe la primera dama de Nuevo León un clóset con cientos de zapatitos de su bebé. El dirigente de MC aparece cayéndose de borracho en un palenque en pleno proceso electoral. El ex dirigente del PAN subió un tuit quejándose del incumplimiento del gobernador del PRI en Coahuila en el reparto de notarías.
La República enfrenta sus momentos aciagos con lo peor del repertorio.
No todos los problemas del país de resolverán con política, pero sin ella nada se resolverá.
Por eso, la emergencia de liderazgos ciudadanos es urgente. Hay que rescatar el valor de la política.
La única posibilidad de recomponer el camino está en nosotros.
En nadie más.
@fvazquezrig