Gobernar

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Por Fernando Vázquez Rigada

 

Con cariño para Sergio Ávila Lozada, porque la lucha continúa.

 

Hay dos formas de gobernar: desde la ley o desde el poder.

El estado de derecho como cimiento de la función de gobierno proviene de la democracia.

El gobierno basado en el poder proviene del autoritarismo.

Uno tiene límites establecidos: el otro, de voluntad.

En México, hay grupos que históricamente hemos tenido un dilatado anhelo por construir un estado liberal que fue la reacción, filosófica y política, al absolutismo.

Con ese sueño nació México, pero fue efímero. Las contradicciones internas y la incapacidad para construir un modelo propio de gobernanza nos costaron una guerra civil y medio país.

La democracia ha sido un paréntesis en la historia. La norma es la de los hombres fuertes —ahora se abre la etapa de las mujeres—. Los tres momentos democráticos no han cuajado. La República restaurada duró 9 años. La presidencia de Madero, 15 meses.

El último impulso democrático fue el más duradero. Arrancó en 1996 con Ernesto Zedillo, pasó por tres alternancias, agonizó de 2018 al 2024, y murió en este sexenio.

La violación abierta de las leyes electorales, el abuso en los recursos públicos, la grosera sobrerrepresentación legislativa, la desaparición de organismos autónomos, la inclusión de la supremacía legislativa, el avasallamiento del poder judicial, la muerte del amparo y próximamente del sistema electoral han enterrado a la democracia mexicana.

Su infortunio provino de una realidad incuestionable: la democracia sirve para muchas cosas, pero no para comer.

Se idealizó y sobrevendió a la democracia durante el dilatado priato. Se pensó que la democracia sería la bala de plata que resolvería todos los problemas nacionales. Pero la democracia no garantiza un gobierno más eficiente. Al contrario: sus resultados son lentos porque la ley pone diques insalvables y la pluralidad demanda consenso.

Tuvimos gobiernos que, pese a sus logros, no cumplieron con la expectativa ciudadana.

Ahora, el gobierno se basa, puro y llano, en el poder.

Riesgoso. No hay protección a los derechos. No hay división de poderes ni límites al voluntarismo.

Morena exhibe sus debilidades: de cohesión, de preparación, de intelecto, de honradez, pero, sobre todo, de eficiencia.

Cuando se otorga o se arroga el poder absoluto, no hay pretextos. Los resultados deben ser tangibles y rápidos.

Ese es el gran reto que tendrá el gobierno y será difícil de cumplir. Primero, porque tendrá que mantener la unidad de las gavillas que conforman el partido en el poder. Segundo, porque carecen de los recursos económicos para satisfacer las demandas de una sociedad tan grande y compleja como la mexicana. Tercero, porque no poseen un mínimo aceptable de capacidad de gobernanza local (vean el desastre en las inundaciones o en la seguridad pública crisis magnificadas por gobernadores ineptos). Cuarto, porque al menos hasta las elecciones de noviembre del 2026, enfrentarán un reto supra nacional de magnitud colosal: la supremacía de MAGA.

El actual gobierno tiene, pues, la obligación de dar resultados pronto. Los datos indican que la sociedad demanda éxito en tres rubros: seguridad pública, economía y castigo a la corrupción.

Veremos. Tienen todos los instrumentos y, en ese sentido, no hay pretextos.

El gobierno basado en el poder puede salir bien o pueden ser una ruina. Puede ser Lázaro Cárdenas, Ruiz Cortines o López Mateos. Pero puede ser también Echeverría, López Portillo o López Obrador.

Apostar a la sabiduría, la sensatez o a la cordura de una persona es siempre riesgoso.

Casi un volado.

Una pena que nuestro destino esté en el aire.

 

@fvazquezrig