- A sus 81 años de vida institucional, la Universidad Veracruzana decidirá el prestigio y destino que se merece.
- O queda en manos de un transgresor que pretende imponer su capricho o levanta el vuelo hacia la trascendencia.
- Quienes defienden a Martín Aguilar no aman a la UV, buscan mantener sus privilegios.
- La imagen de una funcionaria lastimando la mano de una alumna navega en las redes, es inconcebible.
Por Víctor A. Arredondo
«La confianza es una virtud esencial para establecer
relaciones sólidas, fundamentales para alcanzar
el florecimiento humano».
Aristóteles
A lo largo de tres meses y medio de denuncias por la ilegal solicitud de prórroga de Martín Aguilar a la Junta de Gobierno para mantenerse en el cargo, nadie ha aportado un argumento contundente, porque no lo hay, sobre el sustento normativo y ético de esa reprobable y vergonzosa conducta. Lo mismo ha sucedido con la torcida y oscura decisión de entregar esa prórroga, fuera de la ley, por una Junta que mancilló la historia de la Universidad Veracruzana y traicionó a su comunidad universitaria. Simplemente, no cumplieron con su deber legal y ético de designar a quien ocupe la rectoría conforme a los requisitos y procedimientos establecidos por las normas, códigos y protocolos universitarios. Ese cinismo, ahora convertido en grave infracción y abuso por ambas autoridades, se agudiza aún más por el hecho de que los propios asesores jurídicos de la Junta dejaron constancia pública, en las minutas de la reunión donde se trató el tema y que son de acceso libre, de que ese órgano no tiene atribuciones legales para ignorar lo que dicta la norma jurídica de la máxima casa de estudios de Veracruz en la designación de rector(a). Martín Aguilar no sólo profanó el cargo de rector al maniobrar desde tiempo atrás para tener una Junta de Gobierno que estuviera dispuesta a transgredir la legislación y engañar a la comunidad universitaria, sino que su ambición personal lo llevó en 2024 a eliminar el requisito de edad mediante una enmienda a la Ley Orgánica que la Legislatura del Estado le rechazó.
A partir de ese tropiezo, ideó con sus asesores la petición de prórroga a la Junta, ya configurada con una mayoría de incondicionales, cuando la universidad estuviera desierta por vacaciones. Como se puede observar, se trata de una conducta fraudulenta que se preparó con alevosía y ventaja, a sabiendas de que se estaba transgrediendo la ley. Su silencioso descaro y el recurso de queja que interpuso para demorar la resolución de los amparos judiciales de académicos contra su proceder, demuestran que busca tiempo para que se calmen las aguas y concrete el secuestro de la UV que él y su grupo pretenden concretar. El relato anterior, que es típico de transgresores en otros sectores, no puede permitirse en una institución de enorme significado social para Veracruz, encargada de la formación de las nuevas generaciones, de generar y transferir conocimiento socialmente relevante y de modelar los altos valores de respeto a la ley, convivencia armónica, solidaridad social y auto sustentabilidad, a partir del empoderamiento de la gente.
Quien se pregunte cómo puede dormir Martín Aguilar con la conciencia tranquila, después de padecer a diario el rechazo de su comunidad y de la sociedad y sin aparentar constricción alguna, sólo podría explicarlo por su desmedida ambición personal y la adulación de sus cercanos que le sirven de escudo ante la ignominia de los demás. Es el rey que deambula desnudo, orgulloso de su fictioso ropaje.
La petición de prórroga a la Junta la fundamentó con el argumento de que necesitaba cuatro años más para concluir pendientes, a sabiendas de que muchos de los asuntos pospuestos se debieron a su ineficiente gestión. A lo anterior, habría que agregar que su administración arrastra el lastre de excesivos conflictos universitarios, cuyo número y magnitud no se había visto en periodos rectorales anteriores. Por ello, la opinión pública cuestiona su incapacidad, opacidad y exiguos resultados; lo que ahora se complica más porque ha mostrado que no le preocupa que lo identifiquen como un cínico transgresor de la ley universitaria. Esa percepción generalizada explica que, desde que perpetraron el acto fraudulento de la prórroga, no ha habido un día en que no se presente una expresión pública de rechazo por parte de miembros de la comunidad universitaria, de la academia nacional y en los medios y redes de comunicación. No es para menos, se ha repetido incansablemente que se trata de un intento de secuestro de la UV por parte de un grupo visible de directivos universitarios y sindicales que busca mantener sus privilegios, a expensas de la reputación, del funcionamiento digno y del destino de la máxima casa de estudios de Veracruz. Si queda alguna duda de las consecuencias de lo anterior, vale la pena reiterarlo, con ello se está minando su potencial de aporte a las grandes causas de nuestro estado y del país.
Hay bases sólidas, verificables, para afirmar que durante la gestión de Martín Aguilar la Universidad Veracruzana perdió presencia nacional, aporte social, cohesión interna, identidad colectiva y orgullo de pertenencia institucional. Esa lamentable situación ha sido el resultado de su descuido e incompetencia porque no fue capaz de conducir un liderazgo distribuido en todas las entidades académico-administrativas y regiones, a partir del aporte colegiado y talento individual que abunda en la comunidad universitaria. Su administración se caracterizó por la cerradez, la imposición autoritaria, la auto complacencia y la permisividad para quienes no muestran pasión y entrega por el quehacer universitario, porque sólo les interesa su confort y mantener sus privilegios, sean legales o turbios. No es casual que ese sector beneficiado con prebendas, ahora forzadas ilegalmente, respalde a Martín Aguilar sin preocuparles el daño que causan a la institución que les ha dado cobijo y empleo durante tanto tiempo.
En el reciente evento de “consulta” en Poza Rica que, en realidad se organizó para adularlo, hubo inesperadas y valientes voces críticas sobre la violación a la legislación universitaria por la solicitud y entrega de la prórroga. Pero también, no faltó quien aseverara que los que se manifiestan en contra de la ilegalidad y la incompetencia, muestran su desamor a la Universidad Veracruzana porque la desprestigian con ese tipo de actos. Ese penoso comentario sólo refleja la falta de respeto a la pluralidad y carencia de honorabilidad, congruencia y razonamiento lógico; lo que es común entre algunos directivos que han subsistido en sus puestos durante varios periodos rectorales.
Es factible que piensen que eso es una muestra de “inteligencia adaptativa”, al asumir como un “acto de institucionalidad” el apoyo a quien esté en la rectoría, aunque sea como resultado de la transgresión legal y ética. Su presunción de que se trata de una “virtud de adaptabilidad”, está escondiendo la verdadera razón de su oportunismo, el lucro personal, con todo y que eso se traduzca en el deterioro de la universidad que dicen amar. Esa torpe, incongruente y convenenciera forma de actuar es una de las causas de la crisis que tiene postrada hoy a nuestra casa de estudios.
La otra causa es la mentira, el engaño, la omisión de información que ha sido recurrente en Martín Aguilar y en su cerrado círculo de cómplices. La terrible tragedia atmosférica en el norte de nuestro estado confirmó la percepción de que hay falsedad sobre la conducción institucional, gestión preventiva y sobre las tragedias reales que causó. Esto ha provocado la reciente mega marcha y el paro generalizado en las distintas regiones contra la autoridad universitaria, de tal magnitud, que ese nivel de movilización no se había visto en los últimos cuarenta y tantos años en nuestra universidad. El encrespamiento y la inconformidad por la truculencia y el engaño le anticipa tiempos difíciles a Martín y a su grupo. Afortunadamente, también anuncian vientos prometedores de cambio porque la fuerza universitaria está en nuestros estudiantes.
Hoy está en riesgo la estabilidad de la UV y los avances del arduo trabajo colectivo y acumulado a lo largo de decenas de años para consolidar la confianza social sobre su quehacer y aporte; esto es, sobre su reputación institucional. Por eso es crucial disolver la Junta de Gobierno y lograr la reposición del procedimiento para designar a quien ocupe la rectoría. Se trata de detener la afectación en su prestigio que repercutirá en los egresados de la UV, cuando los futuros empleadores prefieran a los de instituciones más estables, respetables y serias. Además, la pérdida de confianza, prestigio y competitividad institucional impactará severamente la perspectiva de atracción de aliados para fortalecer y diversificar su misión social, así como las fuentes de financiamiento alterno. Una universidad con una imagen deteriorada ante la sociedad y el gobierno, no es solvente para negociar la entrega de subsidios completos. Ese problema se lo han hecho notar algunos representantes del poder público a Martín Aguilar, debido a la insuficiente información y transparencia de sus reportes financieros entregados. Más aún, el deterioro causado por la pérdida de probidad institucional tiene otro impacto negativo profundo. En los tiempos actuales urge consolidar liderazgos éticos, honorables, solidarios con la sociedad, por lo que es incomprensible e inaceptable que un centro de estudios superiores padezca el descarado atropello autoritario que hoy vive la UV.
Son muchas las evidencias acumuladas sobre acciones de amenazas, extorsión y, recientemente, del uso de la fuerza física en contra de alumnos y personal de la UV. La escena de una funcionaria cercana a Martín Aguilar que lastimó la mano de una alumna al cerrar violentamente la puerta de rectoría con insólito arrebato, recorre hoy las redes como símbolo de oscurantismo represivo. Se ha hecho público que los colaboradores de Martín han suplido a consejeros alumnos que discrepan de la ilegalidad y la ineptitud de la autoridad universitaria, situación que ha enardecido más a la base estudiantil. A ello se suman las contraproducentes acciones de algunos miembros del FESAPAUV que maniobran para que los alumnos no participen en actos de protesta. Aunque es justo reconocer que gran parte del personal sindicalizado no comulga con la actitud entreguista de algunos líderes sindicales que protagonizan la pugna entre quienes intentan secuestrarla y quienes están convencidos que nuestra institución se merece retomar el camino del prestigio que tanto años ha forjado con el valioso aporte de decenas de miles de universitarios, a lo largo de ochenta y un años de promover el arte, la ciencia, la luz.