Entre responsabilidades y dudas
Por Javier Solórzano Zinser
No es lo mismo lanzar culpas que delimitar las responsabilidades. La rendición de cuentas forma parte de los procesos democráticos, lo que incluye situaciones dramáticas y adversas.
Una cosa es ser solidario como condición prioritaria bajo condiciones en donde los ciudadanos se encuentran entre la espada y la pared, y otra muy distinta es hacer a un lado las responsabilidades de quienes dirigen la sociedad y en quienes recaen las estrategias que se deben seguir para evitar los grandes problemas, bajo la perspectiva de que hacerlo se puede convertir en un acto ruin o algo parecido.
En la medida en que se tiene la mejor información de lo que rodea a tragedias, como las inundaciones, existen mayores probabilidades de poder atacar el problema de la mejor manera.
Todo apunta a que había información precisa para llevar a cabo una estrategia que permitiera, en el caso de Poza Rica, alertar a los ciudadanos para que se pudieran mover de tal manera que pudieran evitar la tragedia que se les venía. Diferentes instancias lo han corroborado, lo que incluye un Servicio Meteorológico Nacional.
Poner esto sobre la mesa y ser crítico con la información que se tiene si bien puede resultar en este momento desagradable, por decirlo, de alguna manera, en el fondo es el inicio de la delimitación de responsabilidades respecto a un problema que de suyo era grave, pero que por la forma en que se manejó terminó por convertirse en una tragedia de la cual, además del dolor y pena por la pérdida de vidas, se va a necesitar tiempo, dinero y una gran coordinación de esfuerzos para poder salir de ella.
Insistimos en que lo más importante es la solidaridad y que la ayuda fluya en todos los sentidos y que ésta no se convierta en algo así como actos de campaña o de Morena como se ha venido acreditando.
La desesperación de los ciudadanos tiene que ver con su tragedia, pero también con la percepción de que buena parte de ella se pudo haber evitado. Los reclamos a la Presidenta del fin de semana tienen que ver precisamente con eso, “no nos avisaron” le increparon particularmente los jóvenes en un acto en donde le hubiera venido bien a la Presidenta, escuchar en lugar de pedir silencio. Lo que por ningún motivo pasa por alto es que Claudia Sheinbaum estaba en el lugar en que tenía que estar.
Poza Rica se ha convertido en el centro de la atención, porque todo lo que sucedió ha sido brutal, porque la lluvia pegó particularmente fuerte lo que provocó el desborde nada ligero del río Cazón, y muy probablemente también por la forma en que las autoridades estatales y locales manejaron la crisis.
La crítica puede ciertamente ser llevada por los terrenos de las intenciones abyectas a través de los medios y las redes, pero circunscribirlo a ello es perder de vista el tamaño de las cosas. Independientemente de lo que se diga, hay una delimitación de responsabilidades, la cual no puede diluirse colocando a las y los gobernadores como si hubieran actuado en consecuencia ante la inminente tragedia.
La narrativa de algunos gobernadores sobre las inundaciones va cayendo en la medida en que se va teniendo más información. Ante ello, la última puerta que tiene la sociedad para reclamar es la de la Presidenta por todo ello, particularmente en Poza Rica, las cosas adquirieron una dimensión mayor.
Habría que preguntarse por qué los equipos de seguridad e inteligencia del Gobierno federal, estatal y municipal no leyeron la rabia de la gente ante lo que les estaba pasando.
Los ciudadanos se sintieron desprotegidos, hechos a un lado, en medio de versiones contradictorias de su propia tragedia.
RESQUICIOS.
Si algo distingue a los presuntos asesinos del abogado David Cohen es su juventud. Cada vez son más utilizados los jóvenes como sicarios para perpetrar asesinatos por cantidades que se vuelven menores al ver de lo que se trata; le iban a pagar al presunto asesino 30 mil pesos, los cuales nunca le dieron.