Quebradero

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T-MEC. ¿NUEVOS ACUERDOS?

Por Javier Solórzano Zinser

En medio de la montaña rusa que vivimos con Donald Trump, hemos entrado en una etapa de riesgo con un final difícil de adelantar.

El T-MEC es el nuevo centro. Lo ha venido siendo desde hace tiempo, pero la cercanía de su revisión sexenal lo coloca en el centro. El año que entra será el turno de ello. Lo que ha venido haciendo es emitir declaraciones críticas para crear uno que le sea favorable.

Ha hecho una serie de observaciones que podrían llevar dentro de las probabilidades del caso, a que el tratado pudiera terminar en términos bilaterales, con lo cual perdiera la fortaleza de la trilateralidad.

El presidente estadounidense ha utilizado las palabras “nuevos acuerdos” para hablar de los objetivos que ahora está buscando. Lo hizo esta semana ante el primer ministro de Canadá con el cual ha establecido una relación ruda, pero ahora va quedando la impresión que las cosas podrían estar cambiando.

En los últimos encuentros y llamadas entre ellos ha prevalecido un tono respetuoso, a diferencia de lo que pasó con Justin Trudeau, quien de manera desaseada buscó a como dé lugar quedar bien con el presidente-empresario. Lo fue a buscar hasta su casa en Florida con tal de encontrar algún acuerdo. El hecho terminó, en buena medida, por ser una de las claves para que perdiera el cargo de primer ministro canadiense.

Partamos de un hecho incontrovertible: con Trump los acuerdos, relaciones y conversaciones caminan por un derrotero en donde prevalece la incertidumbre. Todo es posible, desde acuerdos profundos que permitan establecer relaciones estables, aunque sean momentáneas, hasta rompimientos e impugnaciones, como le vino a pasar al presidente de Ucrania en la Casa Blanca.

Es cierto que la relación de Trump con Claudia Sheinbaum se mueve bajo derroteros menos estridentes, prevaleciendo en ocasiones la sensatez y la pausa. Sin embargo, en diferentes ocasiones Donald Trump puede llegar a cierto tipo de acuerdos con la Presidenta para que al final cambie las reglas de manera tajante y termine incluso por desconocerlos.

Si no lo hace él, aparece uno o una de sus funcionarios que se encargan de lanzar una declaración, entre otros objetivos, para que desde México nadie haga confianza y que quede claro que el síndrome bajo el cual se establece la relación es y será el de la montaña rusa.

Si algo hace el presidente es el no permitir que entre sus interlocutores pueda generarse confianza, más bien trata de tenerlos inquietos, nerviosos y, sobre todo, en la incertidumbre.

No es claro lo que pueda venir con el T-MEC. Por un lado, Trump quiere “nuevos acuerdos”, pero por otro, la Presidenta apunta con razón a que el tratado “es ley”. La respuesta de Sheinbaum, además de válida, viene en un momento de conveniencia en donde en este caso sí cabe aquello de que “la ley es la ley”.

Lo que queda claro es que, hay que reconocer, que el Gobierno mexicano está haciendo su tarea. Ha establecido una comunicación consistente con sus pares estadounidenses y canadienses. La visita del primer ministro de Canadá permite avizorar que, independientemente de nuestra definitiva dependencia con EU, se van abriendo canales ante las eventualidades que se pudieran tener.

La lógica indica que no hay motivos para cambiar el T-MEC por tratados bilaterales. El problema es que con Trump la lógica no es un elemento para considerar. El Gobierno mexicano tiene que prever lo que viene ante “el mejor tratado del mundo”, a decir de Trump. Se pueden venir cambios que afecten profundamente nuestra desigual economía.

No tiene lógica que suceda, pero la lógica para gobernar y entenderse no pasa necesariamente por el presidente-empresario.

RESQUICIOS.

Conversamos con Ernesto Ledesma, quien junto con cinco mexicanos más integraba la flotilla de solidaridad con Palestina. Su experiencia es fascinante, terrible y dolorosa. Fue golpeado y sometido por cuerpos de seguridad israelíes. Puede usted encontrar su testimonio en el portal de La Razón.