Quebradero

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La caja de resonancia

 

Por Javier Solórzano Zinser

Todo lo que pasa y se vive en la UNAM trasciende al país. Es algo así como su caja de resonancia. Por más noble y libre que es, existe gente de dentro y de fuera que busca la manera de desequilibrarla.

Llega a suceder que personajes que uno supondría se comportarían con criterios críticos, pero de apoyo a la UNAM, terminen por fustigarla, como sucedió con López Obrador.

Las críticas del expresidente, además de imprecisas, dejaron en claro lo lejos que estaba de lo que sucede en la universidad. Los ataques terminaron por colocar a la institución bajo condiciones desfavorables, a lo que se sumó la desaseada e imprudente conducción del Conacyt a lo largo de todo el sexenio.

Fueron seis años en que se atacó a las instituciones de educación superior, más en un afán por cooptarlas y quitarles su autonomía, que por una propuesta que las hiciera más fuertes en todos los sentidos. Todo pasó por un proceso de ideologización, sin que estuviera de por medio el análisis del trabajo universitario: la docencia, la investigación y la difusión de la cultura.

Resulta paradójico que mientras esto sucedía en México, Donald Trump se iba con todo en contra de algunas universidades a las cuales las señala por ser centros de crítica a su gobierno y por albergar a estudiantes extranjeros, sobre todo, simpatizantes de Palestina.

Las universidades son el centro de los países. Es a través de ellas que se construye el conocimiento, la formación y el trabajo científico que permite la transformación de las sociedades. No están ajenas a tendencias ideológicas, pero claramente se definen al interior la apertura, la libertad y la pluralidad de pensamiento.

La UNAM como uno de los ejes estructurales del país no está ajena a todo lo que sucede en su entorno. Al ser una caja de resonancia, en su interior se desarrollan y establecen todo tipo de dinámicas propias de lo que sucede en la sociedad. Al ser un espacio abierto y libre a menudo pasa por situaciones desfavorables y provocadoras de quienes la pretenden usar, y también de quienes por las influencias internas y externas se manifiestan a su interior.

En la UNAM todas las manifestaciones caben sin importar en muchas ocasiones de lo que se trate. Hace algunos años un rector nos contaba que tuvieron una manifestación frente a universidad se permitiera crear una Federación de Charros de la UNAM; como todo cabe en la institución se creó la federación.

La violencia y las amenazas de bomba que se han presentado estos días en el CCH Sur, en la Facultad de Química y Economía, en la FES Acatlán y en la Prepa 8 tienen que ver con dinámicas internas como sucedió en el CCH Sur donde el problema tuvo que ver con alumnos del plantel. Pero también tienen que ver con los entornos de la sociedad, los cuales son cada vez más violentos, y en un gran número de casos se mueven en medio de la impunidad y el anonimato. Las amenazas no se pueden tomar a la ligera, porque no se tiene claridad desde dónde se lanzan, lo cual las hace posibles.

Lo cierto es que se ha creado un lamentable clima de intranquilidad y, sobre todo, de miedo, el cual alcanza no sólo a la comunidad universitaria, sino también a los familiares de los estudiantes. Quienes están llevando a cabo estos actos saben bien que lo que pasa en la UNAM trasciende, es muy probable que ése sea su primer objetivo.

Es momento para cerrar filas con una institución tan generosa y solidaria. No tiene sentido acusarla y señalarla como se hizo en el sexenio pasado, en donde pareciera que lo que se buscaba era el pensamiento único y no la pluralidad.

RESQUICIOS.

Queda claro que el huachicol fiscal no sólo pasaba por México. En EU se bombeaba la gasolina, la cual se registraba como aditivo a precios totalmente diferentes de su costo real. El asunto pasaba por los dos países, y es uno más de los problemas bilaterales.