Rompecabezas y democracia

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Por Francisco Montfort Guillén

México está despedazado. Y se sigue despedazando económica, social, cultural y políticamente. Esta fragmentación está en la base del cambio político que experimenta el país. No es una sobre determinación de la infraestructura sobre la superestructura. Ni una autonomía plena de lo político de los demás elementos de la vida social.

Si queremos entender la realidad mexicana actual, debemos ser capaces de reflexionar sobre los fenómenos en sus conexiones solidarias, contradictorias pero complementarias, es decir: debemos ser capaces de asir su complejidad. En consecuencia, debemos evitar tomar el atajo de la división y separación de los problemas, que han llegado a una terrible simplificación.

Los informes recientes de INEGI muestran las divisiones lacerantes e inaceptables entre los desposeídos del país. Si un grupo menor dejó de pertenecer al subconjunto de quienes no tienen los ingresos suficientes para cubrir sus gastos cotidianos de alimentación y servicios básicos, no debemos festejar como un éxito rotundo <<el combate a la pobreza>>.

Tomar una parte (ligero aumento de ingresos) como el todo (pobrezas y miserias de diferente índole) se viene abajo con solo conocer las cifras que también revelan que existen todavía demasiados mexicanos que están en condiciones, no de pobreza, sino de miseria.

También han sido expuestas las diferencias existentes entre el número de estas personas realmente miserables que viven en el sur del país (Chiapas, Oaxaca, Guerrero) y que son muchas más que los miserables que viven en el norte (Baja California, Nuevo León, Coahuila).

Otra pieza del rompecabezas mexicano está formada por los trabajadores llamados informales, uno de los problemas más graves del país. Estos trabajadores carecen de los servicios básicos que brinda el Estado a sus trabajadores llamados formales, aquellos que sirven para medir las tasas de empleo, subempleo y sin trabajo.

Esta división enmascara la verdadera situación de la clase trabajadora y los verdaderos límites del Estado de bienestar en México. En este subgrupo de trabajadores existen quienes apenas tienen un ingreso de subsistencia (vendedores ambulantes y pedigüeños) y quienes poseen auténticas fortunas que los colocan entre las clases medias, medias altas y altas, en cuanto a ingreso se refiere.

Y en la parte superior de las clases sociales también existen diferencias entre los milmillonarios, (la mayoría de ellos gracias al capitalismo de cuates o de amigos de los presidentes y gobernadores en turno, que han obtenido gran parte de su fortuna, de diferentes maneras, de las arcas pública, o sea la <<mafia del poder>>) y los simples millonarios que han forjado sus fortunas como empresarios sin ser clientes del gobierno.

Y no habremos de olvidar que entre los empresarios del norte del país y los empresarios del sur también existen grandes diferencias en sus fortunas, la visión de los negocios y sus comportamientos o conductas empresariales. Los pedazos del rompecabezas económico y geográfico es una dura realidad del país.

La sociedad también está despedazada a causa de la política. No sólo por la artificial división provocada por López Obrador, al referir su mandato como un <<rescatador del pueblo bueno>> y despreciar, hostigar y perseguir a quienes él denominó <<fifís>> (sin referirse jamás a los milmillonarios del capitalismo de compadres a quienes integró en su Grupo Empresarial Asesor).

Existe una división real entre los mexicanos que desean vivir en democracia y reconstruir sus instituciones, desaparecidas por Morena, y quienes forman el grueso de votantes de este partido, que se conforman con ser tratados bien en los discursos y recibir subvenciones por parte del gobierno.

Por otra parte, culturalmente las divisiones entre los grupos sociales caracterizados líneas arriba, son divisiones extremas. Quienes tienen acceso a estudiar en universidades privadas y en universidades del extranjero y quienes no terminan siquiera sus estudios básicos viven procesos de modernización muy diferentes.  Los primeros lo hacen como ciudadanos activos, los otros simplemente de manera pasiva, a través del consumo de masas que les ofrece copias de mala calidad de productos que consumen las élites.

Estas diferencias se comprueban simplemente con salir a las calles y constatar las vestimentas y las formas de comportamiento y los productos de consumo que portan, compran y en dónde los compran (muchos de ellos en el extranjero), así como la presencia de ciudadanos de las élites en teatros, cines, museos, casas de cultura, espectáculos, viajes, y uso de lenguas extranjeras.

La sociedad mexicana sí es una sociedad de masas, pero fragmentada hasta la insolidaridad entre los grupos que la integran. ¿Qué democracia auténtica puede sobrevivir si tiene por apoyo a una sociedad hecha pedazos? ¿En qué momentos el Estado mexicano ha pensado y se ha hecho cargo de atenuar y desaparecer estos pedazos de realidades sociales contradictorios y excluyentes entre sí?

Que el despedazamiento de la sociedad mexicana sigue, lo comprueban los habitantes que viven en zonas controladas por los grandes grupos delincuenciales. Estos espacios del territorio nacional dependen más de las decisiones de los delincuentes que del Estado.

En México creamos una idea de democracia muy simple. La definía centralmente la seguridad de contar con elecciones libres, legales y legítimas. No es poco si recordamos que veníamos de un sistema autoritario que, por su permanencia muy larga en el poder, moldeó nuestras conductas y comportamientos, nuestras sensibilidades patrioteras, nuestra cultura del trabajo, del rendimiento laboral, de nuestra cultura cívica.

Venimos de un sistema de partido único cuyo funcionamiento llegó a ser calificado como la <<dictadura perfecta>> por el Nobel de literatura Mario Vargas Llosa. Un sistema que permitió la producción de obras como El laberinto de la soledad por otro Nobel de las letras, Octavio Paz. Y también los ensayos de Roger Bartra y su atinada designación del mexicano como Axolotl, animal que detiene su desarrollo en su adolescencia y nunca llega a madurar.

Y contra este Estado designado como <<Ogro Filantrópico>> (nuevamente Octavio Paz) luchamos por construir garantías ciudadanas contra el enorme poder autoritario y benévolo del PRI, garantías que creímos sólidas para ya no permitir el ascenso al poder de minorías que arrasaran con nuestros derechos humanos. Tan limitada idea de democracia nos condujo nuevamente a otra forma de tiranía.

En México hemos visto con horror como transitamos, políticamente, de una incipiente democracia, defendida por grupos despedazados que, aunque forman la mayoría de los ciudadanos viven desunidos, habitando algunos de los pedazos del tejido social. Sobre este complejo social caminamos hacia el precipicio político de vivir en un despotismo nacionalista, un absolutismo popular.

Porque sus méritos ellos lo miden por los aplausos comprados con diferentes formas; por las encuestas de opinión que dan a la señora presidente de México una popularidad superior al 70 por ciento, sin considerar que desde que llegaron al poder hace siete años no han dejado de hacer, y hacerse propaganda todos los días.

Morena construye día a día un Estado que deja atrás el conjunto de mediaciones institucionales en torno a la unidad que obliga la ley y la racionalidad de la tecnociencia, junto con el respeto irrestricto a la diversidad de las culturas y creencias, para construir un Estado autoritario en torno a un nacionalismo identitario, intolerante, que ya ha reducido el respeto a las minorías políticas y pretende su desaparición con la nueva reforma electoral.

Si por otro lado alienta el multiculturalismo absoluto que rechaza el reconocimiento del <<otro>> (opositores, neo y liberales, demócratas, socialdemócratas, centristas) y de esa manera allana el camino de la fragmentación del espacio político. Y a su contraparte: el universo cerrado de las identidades que son fieles a Morena.

La nueva democracia en México requiere unir los pedazos en que se ha convertido el tejido social del país, que nos puede conducir a una lucha fratricida y a la pérdida de parte del territorio nacional. La nueva democracia requiere y exige recomponer el sistema nacional trabajando a nivel del individuo y de los grupos sociales que anhelan el cambio hacia una modernización sin miedos, a vencer los desafíos del desarrollo comandado por la formación y estudios continuos, cada vez más especializados, de hombres y mujeres, por la invención científica (inteligencia artificial) y en otro plano por la tecno factura, la miniaturización y la robótica, además de la organización en redes, con ciudadanos dispuestos a vivir, permanentemente, enfrentando los cambios, la crítica constante y la innovación continua.

En suma: requerimos pensar entre todos la nueva democracia mexicana para lograr imponerla en esta realidad que impide su florecimiento.

 

francisco.montfort@gmail.com