El pasado no necesariamente condena
Por Javier Solórzano Zinser
Siempre existe el recurso de hacer referencia al “ominoso” pasado para que el Gobierno justifique o explique lo que hace.
En los últimos días se ha insistido en la importancia que tiene la nueva Corte porque se asegura que a partir de ella no se repetirán actos como los encuentros “entre el presidente del PRI y la presidenta de la Corte”. Se olvida lo que pasaba entre el expresidente y quién era el presidente de la Corte.
El propio López Obrador no escondía los encuentros que tenía con Zaldívar, que, recordemos, renunció a la Corte para irse materialmente corriendo hacia Claudia Sheinbaum para ofrecerle su apoyo y sumarse a su candidatura a la Presidencia.
Como suele suceder, todo depende de como se quieran ver las cosas, y más en política. Es innegable que se ha avanzado en muchas áreas en los últimos siete años, pero también es cierto que, si de algo ha adolecido la gestión gubernamental, es de la autocrítica.
Cada vez que aparece algún asunto en el cual quedan en evidencia el Gobierno y los morenistas, de inmediato apelan al pasado o entran en los terrenos de minimizar las cosas.
Genaro García Luna como sistemática referencia del pasado va dejando de tener fuerza porque el tiempo pasa y quien atiende la ventanilla son quienes gobiernan desde hace siete años, y en algunos casos mucho tiempo atrás como en la CDMX.
No es que se olvide lo que hizo García Luna, pero como fuere está detenido y seguramente terminará su vida en una cárcel en EU. Nunca dejaremos de venir del pasado, en algún sentido, así como nos otorga una especie de condena también nos lleva a virtudes que se han tratado a toda costa de desconocer.
El problema ha sido cómo Morena y sus gobiernos han integrado el pasado al presente y a la construcción del futuro. Romper con lo que ha sido el pasado, particularmente a lo largo de décadas, es buscar construir la vida del país a partir de que la 4T llega al poder.
En medio de ello, cada vez que aparece alguna crítica o algún problema propio de quien ya gobierna tiende a minimizarse. Se ha dado una especie de construcción de un nuevo lenguaje para explicar las cosas en donde el eje está en que las definiciones se acomodan de tal manera que evaden el problema o justifican las cosas.
Materialmente no encontraron manera de explicar el por qué un maratonista en silla de ruedas cayó en plena competencia por un bache o una coladera como insistieron en referirse, como si con esto los ciudadanos no nos percatáramos de la gran cantidad de baches que tenemos en lo que hoy se conoce como el valle de baches.
Se buscó darle vuelta a un asunto tratando de minimizarlo o buscando una explicación, la cual no logró trascender como era su objetivo.
El pasado ya no es tan útil para hablar de los cárteles de la droga y la violencia. Guerrero, Sinaloa, Chiapas, Sonora, Edomex y BC, por mencionar algunos estados gobernados por Morena, muestran la cara de una gobernabilidad de la cual no se puede responsabilizar al pasado.
En medio del innegable avance hay asuntos que merecen atención inmediata. En tanto que la Presidenta es, sin la menor duda, popular, al mismo tiempo, su gobierno es evaluado de manera desigual. Es similar a lo que se vivió con López Obrador, aunque ahora hay matices que podrían ser elementos que muestran avances en la gestión de la Presidenta.
Para los ciudadanos, la corrupción y seguridad siguen siendo lacerantes por más que se presenten “otros datos”.
Quizá llegó el momento en donde en lugar de enfrentarse con el pasado se busque entenderlo y aprovechar parte de él.
El pasado no necesariamente nos condena, lo que incluye a la 4T, porque de alguna manera también es parte de él.
RESQUICIOS.
La jornada de 40 horas seguirá en el limbo. No está en la agenda legislativa en este periodo. Hace tres meses se aseguró que el tema sería abordado en el siguiente periodo. Es evidente que no hay acuerdos. A ver cómo le hacen con MC y con la Presidenta, que son promotores de la iniciativa.