Una presidencia sombría, fría, solitaria

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Por Ruby Soriano

Un país desarticulado donde la confrontación política ha robado reflector a las acciones de Claudia Sheinbaum en su primer año de mandato como Presidenta de México.

En 12 meses, la mandataria ha intentado recuperar el control de una presidencia que desde el inicio se vio abiertamente acotada por la figura del ex presidente Andrés Manuel López Obrador, de sus herederos y principales operadores que intentaron reflejar a Sheinbaum como la gran gerente para administrar un país en llamas, donde era inminente una gran confrontación interna en el partido Morena que hoy gobierna en México.

La Presidenta ha maniobrado para esquivar los vetos que desde el Congreso de la Unión de manera velada le asestaron personajes como Ricardo Monreal y Adán Augusto López.

El primer año de mandato presidencial se percibe en México como sombrío, solitario y maniobrando por debajo de la mesa junto al hombre que quizá hoy tiene tanto poder como Claudia Sheinbaum y que es Secretario de Seguridad, Omar García Harfuch.

El manubrio con el que direcciona la Presidenta, es incierto y hasta desorientado.

Mientras en el gobierno de Donald Trump se asegura que la gobernante mexicana “está cooperando”, su narrativa en México es negarlo todo.

El distanciamiento con su mentor AMLO es una realidad que ya no se oculta con sigilo. El embate directo a esos grupos que se quedaron como custodios del poder obradorista, ha desnudado las presuntas ligas con organizaciones criminales que los tienen en la mira del gobierno norteamericano.

Sheinbaum arriba a su primer año de mandato entre encuestas que la sitúan en un 70 por ciento de aprobación, lo que resulta poco creíble, frente a la fragilidad que ha mostrado su desempeño ante momentos de crisis.

Con una personalidad más que sombría, Claudia Sheinbaum cumplió un año en la presidencia con una imagen solitaria y sombría.

Nadie como ella transita con tanta frialdad cuando al igual que su antecesor, se muestra poco empática con las luchas de las mujeres; esquiva los reclamos de la escasez de medicamentos, invisibiliza a las madres buscadoras y descalifica las evidencias de una gran simulación en la pasada elección judicial.

Este primer año de mandato presidencial refleja una política frágil, simuladora y por momentos cómplice.

Los hallazgos en el rancho Teuchitlán en Jalisco, el repunte en las desapariciones, las extorsiones en diferentes regiones del país, la nula empatía con las mujeres que abanderan causas como en el caso de las madres buscadoras, corrupción e impunidad de personajes de la política, el derroche y ostentosidad con la que viven personajes morenistas, la persecución judicial a periodistas y los embates a la libertad de expresión retratan de manera frontal lo que ha sido el primer año de gobierno de Claudia Sheinbaum.

La llegada de un nuevo poder judicial y un tribunal de disciplina que alertan amenazantes lo que viene para la justicia en México, obligan a prever una continuidad en la política indefinida de una mujer que no se atreve a cortar los lazos que aún la mantiene como la segunda a bordo y no como la que toma decisiones desde la presidencia del país.

 

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