Inseguridad, el verdadero pendiente
Por Javier Solórzano Zinser
No hay duda de que en materia de seguridad se están haciendo las cosas de manera distinta al pasado sexenio, aunque se diga en voz baja.
Sin embargo, estamos muy lejos de vivir bajo condiciones distintas, sin dejar de reconocer los esfuerzos que se han hecho. A la violencia que provocan los cárteles de la droga, se suma la delincuencia del orden común que sigue siendo imparable.
La narrativa no alcanza para convencer a los ciudadanos, porque al final de cuentas somos nosotros los que vivimos bajo esta cotidianidad ante la cual hemos aprendido a actuar de manera distinta para evitar la violencia diaria.
Es obvio que es un asunto de primera importancia. Por más que se siga metiendo a la cárcel de manera regular a los delincuentes, los problemas no paran, porque además se utilizan las prisiones para desde intimidar, amenazar y, sobre todo, extorsionar.
Todas las cárceles de alguna manera se mueven bajo la misma dinámica. Lo que pasó en la de Tuxpan. Veracruz, evidencia la lucha por el control de las cárceles y cómo la autoridad es parte de todo el proceso corruptor.
Uno de los principales retos para que Morena conserve el poder se encuentra en lograr atemperar, al menos, la violencia. Se podrá decir que han disminuido los asaltos y las muertes violentas, pero somos una sociedad que no cree en sus autoridades y que ha optado por no denunciar en muchas ocasiones los delitos que padece, porque la autoridad no lo resuelve, y en la mayoría de los casos no es mínimamente empática con el ciudadano.
No vemos por ahora que el nuevo Poder Judicial vaya a resolver esta problemática. Por la forma que se dieron las cosas, todo el nuevo aparato pareciera enfilarse más hacia responderle al Gobierno que a la compleja cotidianidad que vive la ciudadanía.
No hay indicadores consistentes como para asegurar que las cosas están en verdad cambiando. No pasa por alto que, ante nuevas decisiones, lejanas a la pasividad de la pasada administración, se esté avanzando. Pero el gran problema es que los problemas de inseguridad se han ido enquistando y cada vez es más difícil resolverlos.
Todos sabemos que no hay soluciones mágicas. La herencia de López Obrador está siendo muy cara, porque su sexenio estuvo cargado de contradicciones. Aseguró que iba a acabar con la violencia y que los militares iban a regresar a los cuarteles y al final el país se militarizó.
En EU tienen el tema claro. Las referencias sistemáticas en contra de las condiciones que vive el país parten de sus investigaciones, ayer WSJ consignó que la Presidenta se puede debilitar por el concurso de los cárteles de la droga. No todo, insistimos, tiene que ver directamente con la violencia de las bandas. Ciertamente ellas son parte fundamental en la ola expansiva, la cuestión está en que en torno a la delincuencia organizada se calcula que debe haber arriba de 600 mil empleados predominantemente jóvenes.
Los grandes cárteles se han convertido en modelos a seguir. La gran cantidad de pequeños cárteles tienen que ver con modelos imitativos de las grandes organizaciones. El problema está en que entre que los dejamos crecer, porque muchos políticos los encontraron como alternativa para la gobernabilidad, y entre que las estrategias para enfrentarlos no fueron las indicadas, el panorama es cada vez más violento e incierto.
Trump no quita el dedo del renglón en la materia. No perdamos de vista la cotidianidad que se vive en el país ante la violencia y el efecto expansivo que han venido teniendo los cárteles de la droga como provocadores directos e indirectos del padecimiento cotidiano.
RESQUICIOS.
El expresidente de Brasil Jair Bolsonaro y el de Colombia Álvaro Uribe han sido consignados y están bajo arresto domiciliario. Fueron dos presidentes populares y al final se enfrentaron rudamente con sus sucesores. Trump está presionando a Lula para que libere a Bolsonaro, quien tiene cercanía con el inquilino de la Casa Blanca. Son hechos cercanos o lejanos, según se quiera ver.