La narrativa oficial y los viajes
Por Javier Solórzano Zinser
El problema no son los viajes, sino la narrativa que se ha creado en torno a la imagen que quiere dar el Gobierno y su partido.
Todo se vuelve más escandaloso, porque López Obrador acuñó un concepto y una idea respecto a lo que debe de ser Morena y todo lo que le rodea. La gran paradoja es que el entorno más cercano al expresidente es el que se ha visto envuelto en situaciones en que, se presume, el tabasqueño, casi que por principio no compartiría.
Lo que confronta de manera directa el tema de los viajes es que en Morena han sido directamente críticos contra aquello que signifiquen viajes y gastos lujosos. A lo largo de años han sido severos contra cualquiera de estas manifestaciones en una crítica que va directamente al ejercicio del poder.
Desde siempre la izquierda, partamos, que Morena es un partido de izquierda, ha tenido estos temas en su agenda. Han sido críticos severos y en buena medida, es probable que muchos de los votos que han venido recibiendo tengan que ver con ciudadanos que comparten estos puntos de vista de la mano de hartazgos por los dispendios y por los hechos de corrupción.
La administración de Peña Nieto terminó por ser fundamental para el triunfo de Morena. Una de las razones fue precisamente todo lo que tenía que ver con el dispendio, los gastos suntuarios y la corrupción. En buena medida, la sociedad votó en contra de una forma de gobernar.
No son únicamente los viajes. Todo se inscribe en una lógica política, la cual empieza a tener que ver con la gobernabilidad de los últimos años. Muchos de los asuntos que durante un buen tiempo fueron criticados empiezan a aparecer entre nosotros bajo la nueva gobernabilidad.
Es probable que algunos de estos asuntos no terminen por permear en amplios sectores de la sociedad. No van a cambiar mucho las cosas por situaciones como las que estamos contando. La cuestión es bajo qué lógica quiere conservar y ampliar su poder Morena.
Cada persona tiene todo el derecho de hacer de su vida lo que considera y quiere. No dudamos que esto éste detrás de los multicitados viajes de personajes de alto nivel del partido y del Gobierno. Sin embargo, cada vez que el tema aparece, los actores de estos lances acaban por enredarse, lo que deriva en contradicciones y en ocasiones en respuestas confusas y evasivas.
Plantearse quién determina lo que es lujoso o no, es evadir el tema de fondo. Es buscar salidas en asuntos que no hay mucha vuelta que darles. Lo lujoso, de buen o mal gusto, significa dinero y en muchos casos dispendio. Es un elemento que distingue a una clase social de la sociedad.
Esa clase social que ha sido señalada a lo largo de la historia y que ha estado, invariablemente, en el centro de los planteamientos críticos de la izquierda. No tiene sentido generalizar, porque en Morena y en el Gobierno confluyen diversas posturas políticas y también diversas actitudes.
Insistimos que lo que hace que las cosas adquieran otra dimensión es la narrativa que nos han vendido a lo largo de este tiempo. La narrativa de todos estos años se ha convertido en lo que hoy lleva a los cuestionamientos.
La oposición que sabe de estas cosas ha tratado de utilizar el tema para criticar y evidenciar a la mayoría. Ya se va viendo que no le va a dar resultado, porque no es un tema que trascienda como la oposición quisiera. Quiere hacer ver contradicciones en medio de sus propias contradicciones, da la impresión de que, así como llegó el tema así se va a ir.
Lo que el Gobierno y su partido deben hacer es un acuse de recibo de hechos que por menores que parezcan pueden terminar por ser asuntos que se metan en el radar ciudadano.
Es su propia narrativa la que los tiene en esta polémica.
RESQUICIOS.
Es una semana con síndrome de montaña rusa. El viernes, si no es que antes, se decidirá, si se aplica el 30% de aranceles de EU a México. El problema no está sólo en lo comercial, para Trump son los cárteles, la política y la inseguridad.