Por Carlos Tercero
En México, el acceso al agua potable, el drenaje y el saneamiento se han convertido en retos fundamentales para garantizar la calidad de vida de millones de ciudadanos y sostener un desarrollo social y económico equilibrado. En este contexto, el Programa de Agua Potable, Drenaje y Tratamiento (PROAGUA), impulsado por la Comisión Nacional del Agua, se ha consolidado como un instrumento clave para la gestión del agua a nivel municipal y estatal, apoyando proyectos de infraestructura, mejorando la eficiencia de los servicios y fomentando la vigilancia mediante contralorías sociales.
El agua es un recurso esencial y limitado; su disponibilidad y manejo determinan la salud de la población, la viabilidad de comunidades enteras, la productividad agrícola, la actividad industrial y la preservación de ecosistemas. La escasez hídrica, intensificada por el cambio climático, la urbanización desordenada y la sobreexplotación de acuíferos, exige respuestas integrales y responsables. PROAGUA articula inversiones federales, estatales y municipales para ampliar redes de distribución, modernizar sistemas de captación, rehabilitar plantas de tratamiento y asegurar que el líquido llegue con calidad y oportunidad a cada hogar. Pero su alcance va más allá de la obra física: impulsa la eficiencia operativa y la profesionalización de los organismos operadores, que enfrentan el desafío de ofrecer servicios sostenibles y con tarifas justas, adaptando soluciones a las necesidades específicas de cada localidad.
Sin embargo, ningún programa público puede aspirar a resultados sólidos sin corresponsabilidad social. Este noble programa de CONAGUA necesita que cada persona se asuma Pro-Agua: adoptar una actitud activa, informada y responsable hacia el uso racional del vital líquido, comprender que cada gota cuenta, que el desperdicio tiene consecuencias colectivas y que la cultura del cuidado debe permear desde el hogar hasta la industria y el sector agrícola, principales consumidores de este recurso. Convertirnos en una sociedad Pro-Agua es entender que el agua trasciende su valor utilitario y adquiere una dimensión estratégica, incluso de seguridad nacional, pues su disponibilidad y calidad definen la estabilidad social y la gobernabilidad de regiones enteras. En algunos lugares, los conflictos y tensiones por el agua ya son una realidad que solo puede resolverse con una gestión equitativa y sostenible.
En este sentido, la educación ambiental y la corresponsabilidad social son tan importantes como la inversión en infraestructura. Las acciones cotidianas, como reparar fugas, reutilizar agua, captar lluvia o exigir cuentas claras a autoridades y operadores, generan un impacto mayor del que solemos dimensionar. PROAGUA, que a lo largo de los años ha evolucionado con nuevas reglas de operación, estrategias de financiamiento y un renovado énfasis en la transparencia y la participación ciudadana, respalda este enfoque. El reto es enorme, pero este programa permite que comunidades rurales y urbanas fortalezcan sus redes, amplíen su cobertura y construyan una cultura hídrica que respalde la operación de los sistemas. No se trata solo de construir tuberías, sino de garantizar su mantenimiento, operación eficiente y gestión transparente.
Cada ciudadano, familia, escuela y empresa tiene en sus manos la posibilidad de ser parte de esta visión de futuro. Ser Pro-Agua es actuar hoy con responsabilidad para asegurar mañana la disponibilidad de un recurso que no distingue clase social, preferencia política ni ubicación geográfica: el agua es vida, cohesión social y desarrollo. Cuidarla es una decisión individual que fortalece el bien colectivo y contribuye a la seguridad y soberanía nacional.
México necesita que cada uno de sus habitantes sea Pro-Agua, porque aunque PROAGUA ha sido un instrumento clave en la política hídrica nacional —con enfoque en descentralización, eficiencia y sustentabilidad— nunca será suficiente si la ciudadanía no toma conciencia de que cada acción suma y cada decisión responsable asegura que las generaciones futuras tengan garantizado el abasto de agua, algo que para la mayoría parece tan cotidiano.
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