Las ventanillas de Morena
Por Javier Solórzano Zinser
Siendo que en otros tiempos muchos casos problemáticos en la gobernabilidad han sido similares, en Morena les da por verlos de manera diferente bajo el prurito de que no son como los de antes.
El lío en Tabasco es similar a otros con otros gobiernos y otros partidos en el poder. Es cierto que existen variantes que presentan dinámicas distintas, pero en su esencia tienen su parecido.
No les gusta que se diga que hay un paralelismo entre la forma en que se estableció la relación de Felipe Calderón con García Luna con la de Adán Augusto López y Hernán Bermúdez Requena.
Existen evidentemente matices, pero se encuentran puntos coincidentes en el establecimiento de las vías de comunicación, información y la confianza que se deposita en los encargados de la seguridad.
En temas de esta naturaleza no se puede pasar por alto la relevancia que adquiere tener una muy escrupulosa relación de la mano con una revisión cotidiana de todo lo que va apareciendo y que en muchos casos es público y está a la vista de los ciudadanos.
En el caso de García Luna, de alguna manera todos nos fuimos dando cuenta de lo que estaba pasando. Es cuestión de recordar las puestas en escena que instrumentó, la más significativa la de Florence Cassez, su relación con cárteles de la droga y cómo torció muchos casos.
Insistimos que todo estaba ante nuestra vista y ante la de Felipe Calderón. Si no lo vio no fue porque no lo supiera, sino porque, presumimos, encontró que era un mecanismo para darle prestigio a su gobierno y “perseguir” a los delincuentes.
Asegura Adán Augusto López, que no “sospechó” de Hernán Bermúdez. El problema fue que lo que estaba empezando a gestarse en Tabasco estaba a la vista de todos y si presumiblemente no hubo sospecha, la pregunta es por qué nadie se dio cuenta de lo que estaba pasando y se veía venir.
En Tabasco, los problemas se agudizaron de manera terrible. Pero no es el único caso. Las y los gobernantes de Morena en algunos estados no han logrado revertir los problemas de violencia y ya son ocasión de la agudización de ella.
Ya no se puede responsabilizar al pasado de todo, porque ya llevan un tiempo gobernando, ellas y ellos son los que atienden en la ventanilla. La falta de autocrítica y de proteger al extremo a las y los morenistas en el ejercicio del poder impide que se hagan evaluaciones sobre el ejercicio de la gobernabilidad.
El caso de Sinaloa es uno de los ejemplos significativos. Más allá del informe que se presentó estos días sobre personas detenidas y sobre armamento decomisado, el estado de las cosas no ha tenido un cambio sustantivo. En el extremo, cuando le preguntaron al gobernador que cuándo se acabaría el conflicto entre Mayitos y Chapitos dijo que cuando se dejen de pelear.
No ha quedado claro del todo que tuvo que ver con el caso del secuestro del Mayo Zambada y la muerte de Melesio Cuén, al cual la fiscalía del estado aseguró que fue asesinado en un intento de robo en una gasolinera en lo que bien pudo ser un intento de distraer la atención.
Con matices se han venido presentando situaciones similares en Michoacán, Guerrero, Colima, Nayarit, Chiapas, Veracruz y Baja California. La violencia en algunos municipios materialmente asola y abruma a los ciudadanos. Se han dedicado a crear una narrativa en que les da por minimizar las cosas o por presentar cifras que acaban siendo cuestionables.
En su consejo del domingo volvieron a señalar a los opositores y a denunciar una campaña en contra del coordinador parlamentario del partido en el Senado. Es otra narrativa con la cual dejan de ver lo que está pasando al interior de Morena, pero, sobre todo, lo que está pasando en muchos estados en que el partido lleva algunos años atendiendo en la ventanilla.
RESQUICIOS.
Ha sido inevitable referirse a la violencia que se ha suscitado en las marchas contra la gentrificación. Ha pasado a segundo plano el objetivo de la protesta; por ahí hay manos que mecen la cuna.