La noche triste de Morena

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Por Ángel Kú

MORENA, el partido que surgió como esperanza para millones de mexicanos hartos de la corrupción sistémica y la convivencia del poder con el crimen, atraviesa hoy su propia noche triste. Las promesas de renovación moral, justicia y transformación profunda parecen desvanecerse ante una serie de escándalos que no solo manchan su imagen, sino que cuestionan seriamente su integridad como proyecto político.

La cooperación de Ovidio Guzmán con las autoridades de Estados Unidos marca un punto de inflexión. El hijo del Chapo no solo aporta información sobre el Cártel de Sinaloa, sino que con cada testimonio lanza sombras sobre figuras políticas, económicas y de seguridad en México. Las implicaciones no son menores. Que un capo coopere con Washington mientras en México las autoridades guardan silencio o niegan conexiones sugiere una fractura entre los discursos oficiales y la realidad subterránea del poder.

A esto se suman investigaciones financieras que podrían dinamitar lo que quedaba del discurso de honestidad. Varios bancos mexicanos están bajo la lupa por presunto lavado de dinero, uno de ellos ligado a Alfonso Romo, ex jefe de la Oficina de la Presidencia y figura cercana a López Obrador. Romo fue pieza clave en los primeros años de la 4T, especialmente en tender puentes con el empresariado. Si se confirman las acusaciones, estaríamos ante un caso emblemático de cómo las redes de poder económico y político operaron impunemente bajo el manto de “transformación”.

Pero el golpe más devastador lo representa la investigación contra Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad en Tabasco durante el gobierno de Adán Augusto López Hernández. Que un alto funcionario de seguridad sea señalado por el propio general de la zona militar como líder de la organización criminal «La Barredora» no solo es escandaloso: es trágico. Bermúdez Requena huyó del país en febrero, a pesar de tener una orden de aprehensión desde enero. ¿Cómo logró escapar? ¿Quién lo protegió? Las respuestas, de existir, apuntan a lo más alto del aparato político y judicial.

El silencio de las autoridades federales ante estas acusaciones es ensordecedor. Y aún más alarmante es el mutismo dentro del mismo MORENA. La dirigencia nacional actúa como si nada pasara, como si el escándalo fuera un montaje de la oposición, como si el tiempo bastara para enterrar la memoria.

Esta noche triste no es solo la de un partido. Es la de un país que volvió a depositar su esperanza en un proyecto que prometía ser distinto y que, al parecer, no hizo sino reciclar las peores prácticas del viejo régimen. La transformación que ofrecieron se tambalea, no por ataques externos, sino por sus propias contradicciones, omisiones y traiciones internas.

MORENA aún tiene capital político, pero cada día lo malgasta al no enfrentar con valentía los demonios que ha dejado crecer dentro de su estructura. Si no reacciona con firmeza, si no expulsa, investiga y colabora con la justicia, no será la oposición quien lo derrote, sino su propia decadencia.

El México que quiere paz, justicia y futuro merece algo mejor. Y lo merece ya.