¿Qué hacer con el pasado sexenio?
Por Javier Solórzano Zinser
Por más que la Presidenta haya pasado buena parte de su vida política cerca de su antecesor, presumimos que muchas cosas que pasaron en el pasado sexenio la tienen en dilemas.
La herencia de López Obrador se va convirtiendo en un terreno difícil para la Presidenta. No va a romper, pero sí tendrá que ir viendo, como en algunos casos ya lo ha venido haciendo, cómo darle un giro a su gobernabilidad, porque está cargando con problemas serios que acaban teniendo en la cotidianidad nombre y apellido.
El legado va pesando, porque para afrontar los problemas que se han venido apareciendo puede significar poner en evidencia el pasado inmediato. No va a romper, pero ya se va viendo que en algunos casos toma decisiones distintas de las de López Obrador.
Del único pasado del cual la Presidenta va a hablar es el que tiene que ver con todo lo que pasó antes de López Obrador, es la marca de la casa. El referente es lo que el expresidente heredó y por ningún motivo lo que hizo. En suma, el país ahora está bien y si no lo está es porque antes de López Obrador todo era una suerte de batidero con el cual la Presidenta sigue lidiando.
La forma en que Claudia Sheinbaum está abordando la inseguridad es un rompimiento claro con el pasado reciente. No se dice en voz alta, pero está muy claro que “abrazos no balazos” se convirtieron en una estrategia que en lugar de resolver problemas los agudizó. A la distancia, el saludo a la mamá del Chapo Guzmán se ha convertido en un referente de la estrategia en seguridad.
Recordemos lo que muchos colectivos plantearon sobre ello cuando denunciaron que el presidente recibiera y saludara a las Madres de la Plaza de Mayo y a la propia madre del Chapo Guzmán, pero nunca lo hizo con las madres y padres buscadores. La estrategia tuvo un giro significativo en los últimos meses.
Independientemente de que muchos temas están por resolver, particularmente con la reforma en materia de desaparecidos, la Presidenta convocó a los colectivos en Gobernación y a lo largo de varios meses se han reunido y han sido escuchados por primera vez, a diferencia de lo que pasó en el pasado sexenio.
En diferentes conversaciones con diversos colectivos, sin que nadie eche campanas al vuelo, hay una constante: la diferencia entre el pasado sexenio y éste. Sin que las cosas hayan cambiado mucho que digamos, con López Obrador cualquier dejo crítico se convertía en elemento para denostar a quien lo emitiera.
La Presidenta también está teniendo que lidiar con el huachicol. Durante seis años se nos dijo que el problema se iba a resolver, se llegó a decir que estaba en un 90% resuelto. Si fuera así no estaría el actual Gobierno decomisando huachicol por todo el país en cantidades significativas. Nadie se va a atrever a presentar una denuncia, pero es evidente que las cosas son brutalmente diferentes de lo que prometía el expresidente, al cual, por supuesto, nadie va a señalar más bien quién lo haga será señalado.
Estos días se ha defendido el alto endeudamiento, bajo la justificación que se pidió dinero para las obras emblemáticas del sexenio. El problema es que las obras no se han terminado y no les hemos encontrado todavía una utilidad pública, algunas de ellas siguen en el “pronto se terminarán”.
La Presidenta no va a hacer referencia a nada que pudiera ser negativo para su pasado inmediato, al cual se debe. Los pendientes en otras áreas si bien en algunos casos tienen que ver con un problema estructural, no se puede soslayar que lo sucedido en los últimos seis años en algunas áreas fue más caos, como en salud.
A la Presidenta se le van a abrir más frentes con el pasado inmediato. Como sea, mantiene una amplia capacidad de maniobra. Lo que pareciera que a menudo se quiere meter debajo del tapete es su herencia, lo cual va estando cada vez más difícil de hacer.
RESQUICIOS.
El valor y reconocimiento de los premios Nobel de la Paz están en línea directa con quienes los reciben.