Por Fernando Vázquez Rigada
La corrupción se ha vuelto una metástasis en el cuerpo del nuevo régimen.
John Dean, abogado de la Casa Blanca, alertó en una reunión privada a Richard Nixon:
—Hay un cáncer en la presidencia.
Se refería a Watergate. Su operador, Howard Hunt, chantajeaba a la Oficina Oval a cambio de su silencio. “Paga”, fue la orden presidencial.
Un sistema se pudre cuando su máxima figura concede.
Así pasó aquí.
Ya es inocultable la podredumbre de la nueva burocracia.
SEGALMEX, el más grave desvío de recursos de la historia: 15 mil millones de pesos desviados de programas para alimentos. Su director, Ignacio Ovalle, protegido y libre.
Hospitales sin medicinas por cochupos e ineptitudes. Dispendios. Simulaciones. Los operadores del desastre, protegidos y promovidos.
Lo peor: los ríos de dinero sucio que inundan los pasillos de Morena y de las oficinas de gobierno.
Los negocios, abiertos, públicos y descarados de los hijos del ex presidente.
La designación de tres instituciones financieras mexicanas como lavadoras de dinero sin que nadie en Hacienda supiera nada, una de ellas, propiedad de Alfonso Romo, ni más ni menos que el otrora jefe de Oficina de López Obrador. Estados Unidos lo acusa, entre otras lindezas, de lavar sobornos del Cártel de Sinaloa para Genaro García Luna. ¡Coincidencias de la vida!
Vínculos de corruptos españoles, cuyas transas están haciendo tambalear a Pedro Sánchez, metidos con altos mandos de Morena: Ricardo Monreal, su operador Pedro Haces y Alejandro Murat.
Pemex, quebrada, pero dando contratos multimillonarios (194 millones de dólares) a Baker and Hughes, empresa donde trabaja la novia rica del hijo pobre de ya-saben-quien. Al resto de proveedores, quiebra. Nomás les deben medio billón de pesos.
Manuel Bartlett, otrora operador del fraude contra la izquierda, secretario de Gobernación durante la ejecución de Enrique Camarena y el asesinato de Manuel Buendía, se le descubre un cártel inmobiliario de 25 residencias en las Lomas.
Y los vínculos con el hampa.
La protección a Ovidio Guzmán, que huele a complicidad. El saludo a la mamá del Chapo, que hiede a sumisión. La mención al Chapo en las mañaneras como “El señor Guzmán”.
Mara Lezama, sin visa norteamericana por los negocios turbios del marido.
Sergio Carmona, ejecutado pese a ser, o por ser, financiador del partido y sus campañas identificado como operador del huachicol.
El Huachicol: un verdadero escándalo. Sólo este año, decomisos en Tampico de 10 millones de litros (otros 10 se evaporaron); Ensenada, 7.9 millones de litros; Altamira, 10 millones de litros; Tabasco, 3 millones de litros; Nuevo León, 1.2 millones de litros. Y la perla: Coatzacoalcos, Veracruz: 500 mil litros en una refinería clandestina.
Nadie en Pemex vio ni supo nada en todo el sexenio anterior. Su exdirector está hoy a cargo de la construcción de 600 mil viviendas.
Nadie en la Secretaría de Energía, hoy gobernadora de Veracruz.
Nadie supo que se refinaba ilegalmente en Coatzacoalcos. El entonces gobernador hoy es director de ¡Cenegas!
El huachicol fiscal (importación ilegal de gasolina para pagar menos impuestos) implica un negocio de 177 mil millones de pesos anuales. Nadie vio nada. Ni en aduanas. Ni en los puertos. Ni en las carreteras donde se vende.
El morenato llegó con hambre desmedida. Llegó a saquear y a exhibir sus excesos.
La mentira repetida un millón de veces —no robar, no mentir, no traicionar— no se vuelve en verdad. Ese es un principio Goebbeliano, que fenece ante los abusos de poder cotidianos de la nueva burocracia.
Pobre México. Cambió para empeorar.
Pero cuidado. Recuerden sus estrofas de guerra. “El pueblo se cansa de tanta pinche transa.”
@fvazquezrig