Por Jaime Fisher
Un amigo -quien me honra con su lectura frecuente- me pregunta por qué no he dicho nada sobre la “prórroga” en la rectoría. Es que he quedado atónito. De verdad no me lo esperaba. Sobre todo tras las primeras declaraciones de la gobernadora, quien había mostrado firmeza en favor de hacer respetar la legalidad en el proceso de elección del rector. Creí que eso había sido el manotazo que llamaría al orden al rector y a su juntita. Me equivoqué.
Esto conduce a una conclusión inevitable (noten ustedes la visionaria intuición): Martín Aguilar está respaldado por alguien con un poder tan considerable que se atreve a desafiar abiertamente a la gobernadora. No es su simple terquedad; más bien, no es insignificante el respaldo que tiene: se trata de un desafío político que pone en evidencia la corrupción y la impunidad enquistadas en la universidad, y más allá de la universidad. A pesar del rechazo mayoritario de la comunidad y del Consejo Universitario General (CUG), el cartel de la loma ha violentado flagrantemente la ley. Una ley que, dicho sea de paso, nunca han respetado (“No me vengan con eso de que la ley es la ley”).
Sí, ese que Martín tiene detrás -dicho sea sin albur, aunque también con albur- es tan poderoso que se atrever a ignorar y retar a la gobernadora. Haiga sido como haiga sido, me equivoqué: Rocío Nahle no pudo con Martín Aguilar, ni con quien bien se alcanza a ver está detrás de él.
Por otro lado, y no obstante la muy pobre, famélica y triste marcha de este miércoles 25 no ha de tomarse como señal de derrota. El rector y su círculo se sienten confiados, creyendo que ya cerraron la novena entrada con el out 27. Pero no es así. Como decía Yogi Berra: “Esto no se acaba hasta que se acaba.”
La debilidad de esa marcha de protesta obedeció a cuatro factores claros:
- La nula capacidad de convocatoria de quienes organizaron el evento, todos ellos aspirantes a suceder a Martín en la escena del crimen.
- La ausencia de estudiantes, quienes ya están de vacaciones.
- La imposibilidad de que muchos empleados acudieran, pues la marcha fue en horario laboral y se les restringió la participación.
- El efecto “free rider”: un sector grande de la comunidad espera siempre que “otros” sean quienes defiendan los intereses de la universidad.
Con todo ello, la inconformidad ante las barbaridades cometidas por el rector y su banda no sólo no ha desaparecido, sino que se ha incrementado tras la insolencia y desvergüenza de su juntita de gobierno al otorgarle la “prórroga”. Hoy -iniciando las vacaciones de verano- los espacios universitarios están casi vacíos. Pero pronto volveremos. Y entonces se verá lo que haya de ser visto.
Mientras eso ocurre, me permito respetuosamente sugerir a mis colegas aspirantes a la rectoría se abstengan ya de “encabezar” marchas de protesta, dejando a un lado protagonismos oportunistas que sólo benefician al adversario en común, y permitan a la comunidad universitaria organizarse y acudir a las instancias legales que corresponden para exigir la disolución de la juntita de gobierno, disolución que es el objetivo central de la resistencia ante la arbitrariedad a que está siendo sometida nuestra casa de estudios.