Quebradero

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Rumbo al futuro incierto y de riesgo

 

Por Javier Solórzano Zinser

 

El Gobierno tiene ante sí una tarea nada sencilla en materia diplomática en los próximos meses. En los últimos años la política exterior se onvirtió en un asunto aldeano y poco profesional.

A la vieja usanza se optó por “premiar”, o algo parecido, a políticos de la oposición, en particular del PRI. No es casual que en estados en que ganó Morena y que eran gobernados por el PRI, los y las gobernadoras fueron “invitados” a consulados o embajadas; a la distancia muchas cosas resultaron obvias.

Todo indica que sus derrotas se convirtieron en el “premio diplomático”. Uno de los ahora embajadores reconoció que no tenía experiencia y confundió el país al que había sido designado. En los tiempos en que estamos el gazapo se quiso hacer ver como una gracejada, mientras el estado de Hidalgo paso a manos de Morena.

La política exterior con López Obrador fue sectaria y carente de una mirada integral. No se hizo una sola referencia a la situación interna de países como Cuba, Venezuela y Nicaragua, por mencionar los ejemplos regionales, sin olvidar el largo tiempo que se tomó el expresidente para reconocer el triunfo de Biden contrario a la rapidez para reconocer en otros casos las victorias de partidos o gobiernos con los que se tenía una identidad.

Todo ello ha tenido un costo. Pasamos de ser una nación mediadora, cercana y un referente ante conflictos nacionales e internacionales a meternos en algunos casos a peleas de callejón. En más de algún caso todo terminó en confusión y declaraciones contradictorias y profundamente ideologizadas. Parece ser que la Presidenta está buscando otro rumbo.

Una de las principales estrategias para revertir el aislamiento parte de los personajes que serán designados en embajadas y consulados. En la medida en que México tenga mayoritariamente personal del Servicio Exterior se tendrá muy, probablemente, la certeza del profesionalismo y el conocimiento.

Los primeros nombramientos en diversos consulados en EU han sido variopintos, habrá que ver qué decide la Presidenta cuando empiecen los inevitables cambios en las embajadas de México en el mundo.

El aislamiento ha provocado también que nos distanciemos de los organismos internacionales, López Obrador aseguró que la ONU era un cero a la izquierda. Recientemente se descalificó a la OEA por su análisis sobre las elecciones al Poder Judicial; sin embargo, nada se dijo cuando este organismo y otros calificaron positivamente las elecciones mexicanas del 2018 y 2024.

Si participamos y le pedimos a la ONU que haga un llamado por la paz, como lo hizo ayer la Presidenta, ello nos obliga a asumir derechos y obligaciones ante los organismos internacionales. Una cosa es la descalificación y otra las batallas internas dentro de estas instituciones para que puedan ser transformadas.

Es probable que estemos en medio de un muy importante momento de decisión para la humanidad. México no puede ser un simple espectador. Por tradición y por nuestras propias conciencias nuestro país debe jugar un papel activo profundamente cauteloso y comprometido.

Se tiene que reactivar una política exterior menos ideologizada y más crítica, incluso con aquellos que hoy hemos colocado como aliados. Son naciones con profundas problemáticas, lo cual se ha soslayado desde el gobierno anterior, y en algún sentido también en éste.

No va a ser una empresa sencilla, porque en estos tiempos cualquier reacción de México puede generar problemas con el irascible Gobierno de EU. Un paso importante serán los nombramientos del cuerpo diplomático, ellas y ellos serán nuestros interlocutores con el mundo.

En medio de una brutal problemática mundial, tenemos que preguntarnos qué podemos hacer y qué queremos para nosotros.

RESQUICIOS.

Trump puede estar desatando un conflicto de carácter mundial. Kamala Harris tenía razón cuando dijo que si ganaba el republicano en seis meses podría meter a su país a una guerra; todo es inédito e impredecible.